La lluvia
en el campo siempre parece más fuerte, los truenos asustan más y los ríos se
revuelven por el agua que desciende desde el cielo.
Bruno, el
capataz de la hacienda galopaba bajo la lluvia buscando algo que se le había
perdido y era de su propiedad, algo que tomó por la fuerza y que no dejaría que
se lo arrebataran, ese algo era Ricardo, el señorito de la hacienda “Agualuna” y
su patrón.
Bajo la
lluvia, el capataz llegó hasta el río cercano y no encontró a nadie, sólo se
escuchaba el chocar de las gotas de lluvia contra el agua del río.
Con voz gruesa y varonil, Bruno gritó: ¡Ricardoooooooo!
Sólo el eco respondió a sus llamados... la tormenta era más fuerte, por lo que el capataz decidió volver a la hacienda.
En una
cueva cercana, Juancho y el señorito se resguardaban de la lluvia, pero sin
quererlo en medio de esa tormenta, vivían un momento lleno de intimidad y hasta
romántico.
Juancho
estaba por probar por primera vez los dulces labios de Ricardo, sin embardo
cuando este percibió las intenciones del peón, rápidamente cortó la cercanía.
Ricardo:
Juancho, lo siento… yo…
Apenado,
el peón dijo: no, no, perdóneme usté señorito… no sé en qué estoy pensando, por
favor, discúlpeme y olvide lo que acaba de pasar…
Ricardo:
no tengo nada que perdonarte Juancho, al contrario, debo agradecerte por estar
aquí conmigo… a tu lado, me siento protegido…
Juancho sonrió y cambió la conversación: la fogata se está apagando… voy echarle más leña…
El ojiverde vio a Juancho hacer lo que dijo, sintiendo su pecho un tanto agitado… para el señorito ya era obvio lo que su amigo de la infancia sentía por él.
**********
En la
hacienda, Bruno estaba rabioso por no haber encontrado a Ricardo.
Cocinera:
la señora está pregunte y pregunte por su hijo, pero ya le dije que seguramente
anda con el Juancho, porque ese tampoco aparece...
Bruno: ya
cállate, deja de decir pendejadas...
Cocinera:
uy que carácter Bruno... pos a ti qué mosca te picó... deberías ir hablar con
la patrona, porque con eso que la Malena se largó, yo tengo todo el trabajo y
aparte tengo que consolar a doña Ana…
Bruno
contestó: que la consuele su abuela…
Sin decir
más, el capataz salió de la cocina furioso.
**********
En la
cueva, Ricardo no podía dormir y veía que Juancho ya había logrado conciliar el
sueño.
Apenas
iluminados por el fuego, el señorito observó detenidamente los rasgos del peón,
era un chico con rasgos muy varoniles y aunque su cuerpo estaba curtido por el
duro trabajo, sin duda era un hombre muy apuesto.
Ricardo pensó: Juancho, cómo no me di cuenta de lo que sentías por mí... pero ya es muy tarde... yo no puedo corresponderte después de lo que Bruno me hizo, él me marcó y tú sufrirías por mí... yo no soy libre, mientras él exista me tiene en sus manos... lo siento Juancho....
Lágrimas amargas cayeron por las mejillas del rubio.
Mientras que en su cuarto, Bruno tampoco conciliaba el sueño, fumaba un cigarro y su sangre ardía al pensar que Ricardo estaba con Juancho en algún lugar, se irritaba sólo de pensar que ese peón tocara a su señorito.
Bruno: él es solo mío, me pertenece y así seguirá siendo...
El capataz empezó a recordar la noche en que robó la virginidad del señorito en la caballeriza...
...las memorias guiaron a su mano hasta su verga que ya estaba erecta y comenzó a masajearla.
Bruno se
masturbaba mientras pensaba en cada una de las estocadas que le daba a Ricardo,
recordaba el culo apretado del señorito, los gemidos emitidos por esos labios
rosas, esos ojos verdes desorbitándose ante cada penetración, sus manos
rasguñando su ancha espalda por el dolor de las violaciones y sus piernas
rodeando su cintura.
El capataz jalaba su miembro pensando en el placer que le provocaba el cuerpo de Ricardo y cuando recordó el momento en que orinó al señorito, el macho eyaculó en sus manos pensando: Ricardo, te marqué como mío y vas a volver para pedirme que te llene de verga ese culito, así será...
**********
Al día
siguiente, Bruno se despertó tarde por no poder dormir bien y se encontró con
la noticia que Ricardo ya había vuelto a la hacienda, tal como lo sospechaban
estaba con Juancho quien también había regresado y se encontraba haciendo sus
labores.
Furioso,
el capataz se dirigió a las caballerizas y al encontrar a Juancho trabajando le
aventó y dijo: desgraciado, ahora mismo me vas a decir dónde estabas...
Juancho: ¿qué le pasa Bruno? pos qué trae...
Bruno: contesta perro, dime si pasaste la noche con el señorito Ricardo, contesta...
Juancho:
pos pa que te lo voy a negar... la verdá es que sí...
Bruno le
dio un golpe en el rostro a Juancho y le dijo: dime ¿qué hicieron? contesta o
aquí mismo te muelo a golpes...
Juancho:
lo siento Bruno, pero no puedo decirle, le prometí al señorito que no diría
nada...
El
capataz comenzó a patear a Juancho y le dijo: así que le eres muy fiel al
patrón, pues ya no tendrás que serlo maldito, porque desde hoy dejas de
trabajar aquí... te largas ahora mismo...
Juancho
defendiéndose de los golpes dijo: pero usté no puede correrme, el patrón es el
señorito Ricardo...
Bruno: el
que manda aquí soy yo... Ricardo es nadie ante mí y yo puedo hacer lo que
quiera me entiendes... lárgate si no quieres que te mate maldito...
Conteniendo
su coraje, Juancho salió rápidamente de la caballeriza, pero no obedeció las
órdenes de Bruno, sino que fue a hablar con Ricardo.
Ricardo:
¿Qué? ¿Dices que Bruno te corrió de la hacienda? Pero él no tiene ningún
derecho...
Juancho:
eso ya lo sé señorito, por eso vine a verlo a usté...
Ricardo
vio la cara golpeada de Juancho y tocó su mejilla: mira cómo te dejó...
Juancho
se sonrojó al sentir la mano de su patrón en su rostro y sintió un calor en su
pecho.
Ricardo: no te preocupes Juancho, tú no te vas a ir de esta hacienda... yo hablaré con Bruno...
Juancho: muchas gracias señorito que Dios me lo bendiga...
El peón
besó la mano de Ricardo que sorprendido por la acción se sonrojó.
**********
En una
caballeriza, se encontraba Bruno bebiendo una cerveza cuando Ricardo apareció.
Ricardo: Bruno, tú y yo tenemos que hablar...
El capataz con sonrisa burlona dijo: pero mira quien aparece, mi yegua bronca...
Bruno jaló a Ricardo a su cuerpo y le dijo: dónde te metiste toda la noche, tuve que masturbarme porque no tenía tu culo para deslecharme...
Ricardo
forcejeando: eres un maldito, no te permito que me hables así...
Bruno: yo
te hablo como quiera porque tú eres mi mujer y puedo hacer contigo lo que me
plazca...
Ricardo:
yo no soy tu mujer...
Bruno: sí
lo eres o quieres que vuelva a orinarte para que te recuerde que me
perteneces...
Ricardo:
eres un desgraciado, pero no voy a permitir que hagas lo que quieras por eso no
voy a dejar que eches a Juancho de la hacienda...
Los ojos
del capataz brillaron llenos de rabia y dijo: así que ya salió el peine...
estás muy gallito por ese perro verdad... ¿ya te entregaste a él? ¿ya te dio
por el culo?
Ricardo
no aguantó más y le dio una bofetada a Bruno: no te permito más ofensas... y
Juancho no se va ir de esta hacienda...
Bruno
arrojó a Ricardo contra la pared y lo puso de espaldas a él: si Juancho no se
va, lo mato y no porque me estorbe sino porque tomó algo que es mío, tu culo...
Ricardo:
Juancho y yo no hicimos nada...
Bruno:
eso lo vamos a comprobar...
Y sin que
Ricardo pudiera hacer nada, el capataz le bajó el pantalón y su ropa interior
dejando expuesto su trasero...sin esperar más, Bruno metió su dedo medio en el
culo del señorito que lanzó un gemido al sentir al invasor en su intimidad.
Ricardo: ahhhhh... ¿qué haces?
Bruno dedeaba al señorito: vamos a ver qué tan abierto tienes el culo... si anoche recibiste verga lo voy a saber...
Ricardo:
ahhh ahhh suéltame, por favor...
Bruno
hundía su dedo sádicamente queriendo provocar dolor a Ricardo que no podía
evitar gemir por la acción.
El
capataz sacó su dedo: entonces no hicieron nada... tu culo sigue teniendo mi
horma... que pendejo es Juancho, pasar contigo la noche y no violarte... es un
estúpido...
Ricardo:
eres un cerdo...
Bruno:
soy un macho, tu macho...
Bruno besó a Ricardo fogosamente enterrando su lengua en lo más profundo de la cavidad bucal del señorito que se negaba a ese beso faltándole el aire.
Bruno: pues aunque Juancho no te haya hecho nada, quiero que se largue...
Con lágrimas
en los ojos, Ricardo dijo determinadamente: él no se va a ir...
Bruno:
por qué lo defiendes tanto... ¿acaso te gusta?
Ricardo
agachó la mirada y dijo: es mi amigo...
Bruno: no
quiero que tengas amigos...
Ricardo:
tú no puedes pedirme eso... y Juancho se va a quedar...
Bruno
sonrío maliciosamente y dijo: está bien, Juancho se queda pero con una
condición...
Ricardo:
¿cuál?
Bruno:
que vayas esta noche a mi cuarto... a las diez de la noche...
Ricardo:
¿para qué quieres que vaya a tu cuarto?
Bruno: lo
sabrás cuando llegues... si no lo haces a Juancho podría pasarle un
accidente...
Ricardo:
No, Bruno tú no puedes...
Bruno: ya
dije, tú sabrás si llegas o no...
Acto
seguido, Bruno le dio una nalgada a Ricardo saliendo de la caballeriza y
dejando hundido en sus pensamientos al señorito.
**********
En su habitación, Ricardo no sabía qué hacer, aunque Juancho no se fuera de la hacienda, Bruno podría hacerle otra cosa... y Juancho era su amigo, él se había portado muy bien y lo salvó de morir, Ricardo no podía permitir más injusticias.
La hora llegó y el señorito tocó la puerta del cuarto de Bruno que dormía cerca de las caballerizas.
El capataz abrió y le dijo irónicamente a Ricardo: bienvenido a su humilde casa señorito...
Ricardo observó el lugar sucio con un catre desvencijado, una mesa apolillada y una silla, además de un ropero viejo, eso era todo lo que había en el lugar donde el capataz dormía.
Bruno:
cómo verá señorito, yo no vivo en un palacio como usted, pero en este lugar he
pasado muy buenas noches acompañado de putas y putos... aunque ninguna se
compara con las que he pasado contigo.
Ricardo
sintió la respiración de Bruno muy cerca de él y su aliento tenía mezcla de
tabaco y alcohol.
Ricardo:
dime ¿qué es lo que quieres?
Bruno:
¿cómo qué? pues a ti... si quieres que a Juancho no le pase nada vas a tener
que pagarme con tu cuerpo y hacer lo que yo diga...
Ricardo:
eres un maldito...
Bruno: no
te hagas el santito que ya no te queda, ya te he violado varias veces que más
da que me entregues el culo otra vez...
Y el
capataz arrancó la camisa de Ricardo y le dijo: esta noche va ser diferente...
quiero que te vistas para mí...
Los ojos
verdes de Ricardo se abrieron más al escuchar esas palabras: ¿Qué dices?
Bruno
sonriendo sacó del ropero una blusa, falda, medias y zapatillas de mujer y las
puso en el catre diciendo: hoy te vas a vestir como lo que eres, una
mujercita...
Ricardo:
estás loco... yo no voy hacer eso...
Y al
intentar salir, Bruno le tapó el paso a Ricardo y le dijo: ya estás aquí así
que tienes que hacer lo que te digo por la buena o por la mala, tú decides...
Ricardo
tragó saliva y vio los ojos de Bruno llenos de maldad y dijo: voy a darte 10
minutos para que te arregles como nena para mí... voy a estar afuera... si
regreso y no estás lista, yo mismo te visto pero a mi modo y ya me conoces...
El
capataz salió y Ricardo comenzó a llorar, pues al hacer lo que le pedía
perdería lo último de su dignidad, eso era lo único que le faltaba, pero qué podía
hacer... ya no tenía otra opción... debía ceder al capricho de Bruno.
El
señorito tomó la ropa de mujer y se despojó de su propia ropa, se quitó la
camisa, el pantalón, los calcetines, los zapatos y hasta su ropa interior para
sustituirlos por una pantaleta, blusa, minifalda, medias y zapatillas...
Lo que
más le costó ponerse fueron las medias, la minifalda era muy ajustada y las
zapatillas le quedaban un poco chicas... tardó menos de 10 minutos en cambiarse
y cuando terminó vio su reflejo en el espejo del viejo ropero y se dio cuenta
que parecía una mujer con cabello corto, por sus facciones finas y su cuerpo
delgado parecía una chica.
Bruno
entró al cuarto diciendo: ¿ya está lista mi nena?
Y cuando Ricardo volteó hacia él, el capataz sintió como su verga reaccionaba al ver al señorito feminizado, vestido como una mujer con minifalda.
Bruno:
pero mira nomás lo que me encuentro... a una verdadera hembra...
Ricardo
se sonrojó y vio que Bruno se acercaba a él y tomándolo por la cintura le dijo:
te falta algo...
El
capataz sacó del ropero un lápiz labial color rojo y él mismo se encargó de
pintar los labios de Ricardo, cuando lo vio pintado dijo: ahora sí luces como
una auténtica puta... mi puta...
Bruno
besó apasionadamente a Ricardo mientras con sus manos recorría las piernas con
medias del rubio y levantaba su minifalda para masajearle las nalgas.
El
señorito comenzó a llorar al sentir que perdía lo último de su dignidad y
sentir que la verga del capataz despertaba.
Bruno: no
llores que las putas no lloran, sólo dan placer a sus machos... ahora quiero
que bailes para mí...
El
capataz se sentó en la única silla y dijo: vamos baila para seducirme, baila y
siéntate en mis piernas como una puta de verdad...
Ricardo:
por favor Bruno, no más...
Bruno con
voz fuerte: que bailes te digo...
Ricardo
no tuvo otra opción que intentar bailar torpemente porque no sabía cómo
moverse, provocando la risa del capataz: eres la puta que peor baila
jajajajaja...
Bruno:
ven y siéntate en mis piernas...
El señorito
obedeció y se dirigió lentamente hacia Bruno, quien lo jaló y lo sentó en sus
piernas: ya me tienes a reventar, siente mi verga, pero me quiero divertir un
poco más... toma, bebe de mi cerveza...
Ricardo:
no... yo no tomo...
Bruno:
este es mi putero y aquí se hace lo que yo digo... bebe ya...
Ricardo
tuvo que beber de la cerveza sintiendo el agrio líquido en su boca.
Bruno: ya
no aguanto más, necesito desfogarme... levántate y mámame la verga...
Ricardo:
¿qué?
Bruno: lo
que oíste chiquita... me vas a chupar la verga...
Ricardo
se negó e intentó huir pero Bruno lo tomó por el brazo y lo hincó ante él: aquí
se hace lo que yo digo y me chupas los huevos o te lo meto a la fuerza...
Ricardo vio que el capataz se desabrochó su camisa mostrando su pecho velludo y se abrió el pantalón liberando a su verga que ya estaba bien parada...
Bruno: ahora nena, atáscate que es toda pa ti...
Ricardo
dudó pero Bruno lo jaló poniendo su rostro frente a su miembro: apúrate que
estoy ardiendo... abre la boca ya...
Cerrando los ojos, el señorito abrió su boca y comenzó a engullir el falo del capataz que olía a orines.
Poco a poco fue introduciendo ese miembro en su boquita y tomando sólo la mitad del palo ya sentía su boca llena.
Bruno: no mames, que boca tienes, me la chupas bien rico... cuidado y me vayas a morder...
El capataz vio que Ricardo ya tenía los cachetes inflados y hacia esfuerzo por meter más de su verga pero no le cabía: tienes el culo apretado y la boca muy chica.... sigue chupando, oh si, síguele...
La imagen
era única, el señorito vestido como puta chupaba la verga del capataz cuarentón
sentado en su silla... era Bruno quien ahora gemía como macho mientras decía:
también chúpame los huevos, vamos así, oh, así...
Y ante la poca experiencia de Ricardo, Bruno se levantó de su silla y con el pantalón hasta los tobillos comenzó la felación, enterrando su gruesa verga en la boca de Ricardo que tenía arcadas por la falta de aire.
Bruno: te voy a volver una puta profesional... tú naciste para darle placer a los machos... que suerte tuve de encontrarte y ser tu primer marido...
Ricardo
sentía la verga del macho en su garganta enterrándose sin ningún cuidado...
Bruno:
aunque tengas otros hombres nunca podrás olvidarme putita, nunca...
Las
palabras del capataz se enterraban en el corazón de Ricardo con la misma fuerza
que la verga se enterraba en su boca.
La espada
de carne de Bruno comenzó a latir y hacerse más grande, por lo que estaba por
correrse y dijo: ahora sí puta, te voy a dar de comer... te tomarás mi leche…
Y dando unas estocadas más, Bruno eyaculó dentro de la boca de Ricardo que sintió ese sabor agrio... el capataz descargó todo su semen en la boca del señorito que tragó la mayoría y el resto se escurrió por las comisuras de sus labios.
Bruno
sacó su verga y como todavía tenía restos de semen, talló su miembro en el
rostro del rubio mezclando su semen con las lágrimas de la víctima.
Bruno:
estas pinches corridas sólo las tengo contigo, no mames tú me deslechas cabrón...
El
capataz tomó la cerveza a pecho y luego de resoplar un minuto, levantó a
Ricardo del suelo y lo arrojó a su catre.
Bruno:
ahora sí chiquita, viene lo que tú más disfrutas...
Ricardo vio que el capataz se desnudaba en su totalidad mostrándose imponente como siempre... el catre rechinó cuando Bruno se subió a él.
Bruno: este catre te da la bienvenida, aquí es donde me cojo a las putas como tú... ábrete de piernas para mí...
Ricardo:
Bruno, yo...
Bruno:
¿qué quieres nena? Dile a tu macho lo que necesitas...
Ricardo:
déjame ir...
Bruno: te
vas a ir nena, pero bien abierta, más de lo que ya estás, jajaja...
Y el
capataz se metió entre las piernas del señorito, pero como la minifalda era muy
ajustada no permitía que se abriera mucho, entonces Bruno le rompió la
minifalda y también la blusa dejándolo solo con las medias y zapatillas.
El
capataz comenzó a acariciar cada rincón del señorito, rincones que ya había
explorado pero que no se cansaba de tocar, mordió los pezones rosas del rubio
que inició con sus gemidos.
Bruno
susurró a su oído: me encanta como gimes putita...
Y sin esperar, Bruno rompió las medias, pero solo del trasero para que el culo de Ricardo quedara a su disposición.
El capataz olió el trasero del señorito y le dijo: tu culo huele a mí, todo tú tienes impregnado mi esencia... Bruno empezó a lamer el culo del rubio que gemía como perra en celo ante el placer que le provocaba el beso negro.
Bruno: disfruta y deja salir a la puta que vive en ti...
Ricardo:
ahhhhhh.... oh Dios mío... para por favor...
La lengua de Bruno en el culo de Ricardo provocó que el miembro del rubio despertara y mientras el beso negro continuaba, Ricardo sintió que de su pene salía un líquido blanquecino, se estaba corriendo por el placer otorgado por su macho.
Ricardo pensaba si realmente estaba disfrutando y volviéndose una puta verdadera.
Bruno:
los putitos como tú al principio niegan lo que son, pero todos son una putas
hechas para el goce de nosotros los verdaderos machos...
Ricardo
no podía responder, estaba extasiado.
Bruno:
ábrete bien para recibir a tu dueño... conviértete en una verdadera yegua...
aquí va tu semental... esta es tu noche de doma…
Ricardo
no pudo evitar abrir más sus piernas y el capataz enterró su verga en el culo
del señorito... esta vez entró todo el palo de una sola estocada... y Ricardo
gritó pero no de dolor sino de placer.
Ricardo:
aahhhhhhhhhhh
Bruno: eres mi yegua... solo mía...
Ricardo arañó un brazo del capataz mientras que con su otra mano se aferraba a la vieja colcha que cubría el catre donde era violado salvajemente.
Con cada
penetración, sentía que su alma se iba de su cuerpo y que todo él le pertenecía
al capataz, estaban unidos, eran sólo uno en ese momento y nada más importaba.
Bruno: júrame que nunca le vas entregar este culo a nadie más y mucho menos al imbécil de Juancho...
Ricardo: ah ah ah ah ah
Bruno se
enterraba más: júralo...
Ricardo:
ah ah ah ... yo...
Bruno
penetrando más rápido: dilo...
Ricardo:
ah, yo ah lo juro...
Bruno sonrió mientras taladraba más duro: así me gusta, que me obedezcas... sólo mi muerte te va liberar de mí porque tú eres mía, mi hembra, mi yegua...
Sintiendo, la verga de Bruno en lo más profundo de su ser, Ricardo tuvo que responder: sííííííííí....
El
capataz aceleró sus embestidas a un ritmo desenfrenado haciendo llorar de
placer al señorito.
Desde la ventana de ese cuarto, Juancho observaba la escena más terrible para él, su señorito, el chico al que amaba desde niño era violado por ese salvaje capataz... el hombre más abominable del lugar robaba la inocencia de la persona más noble de la hacienda, de su Ricardo.
Mientras Ricardo se vestía de mujer, Bruno le fue a pedir a Juancho que llegara a su cuarto en media hora, el capataz lo tenía todo planeado, quería que el joven peón viera lo que le hacía al señorito de la hacienda.
Y ahí estaba Juancho viendo a Ricardo con las piernas abiertas en el hombro de Bruno, con medias rotas y zapatillas rojas, gimiendo y llorando ante cada penetración del capataz.
Ricardo se entregaba como hembra a Bruno... Juancho apretó sus puños lleno de rabia, un coraje que no había sentido nunca y vio que a su lado había una horca, herramienta semejante a un tenedor filoso que sirve para levantar paja.
Ricardo
gritaba como poseído mientras Bruno gruñía por la pasión y por el morbo de
saber que afuera los observaba Juancho, con esto le demostraba que Ricardo era
suyo y él era el que mandaba.
El
señorito sintió que la verga de Juancho comenzó a latir en su interior y supo
que estaba por correrse... Ricardo se agarró del catre y Bruno dio cinco
fuertes estocadas más.
Bruno:
aggggg me corro... ahí te va mi leche puta... ahora si quedarás bien preñada...
Los ojos de Ricardo se desorbitaron al sentir en su interior los lefazos del capataz, nuevamente sus intestinos eran bañados por la simiente de su macho que con rostro desfigurado se corría dentro de su hembra.
Ricardo sintió que Bruno se desplomó sobre él exhausto por la faena... el señorito aún tenía las piernas abiertas y la verga del capataz dentro disminuyendo de tamaño... el aliento de Bruno estaba muy cerca de él.
Bruno:
puta madre, después de esta follada ya me puedo morir tranquilo, tienes culo de
campeonato y sabes deslechar a un buen macho como yo...
El
capataz besó al señorito lleno de fogosidad sintiendo que Ricardo por primera
vez no opuso resistencia... por fin había domado a esa yegua que entendía que
su semental era él.
Bruno
salió del interior de Ricardo, quien empezó a sacar leche por el culo y le
dijo: esta noche te luciste como hembra y me da gusto porque hoy tuvimos
público...
Los ojos
del señorito se abrieron cuando Bruno dijo eso y más al oír lo siguiente:
Juanchoooo pásale de una vez...
Ricardo
sintió morirse al ver que Juancho entraba por la puerta y lo veía así desnudo,
feminizado, con las piernas abiertas y con restos de semen en su cara y culo,
además de estar en el catre de su capataz...
Bruno: te dije pinche Juancho... ahora sí me crees que yo mando aquí... el señorito es mi mujer...
Juancho: eres un desgraciado Bruno, un maldito...
Bruno
volteó a ver a Juancho, quien con la horca en la mano se la enterró en el pecho
al capataz.
Ricardo
gritó al ver la sangre que salía del pecho de Bruno que cayó inconsciente al
suelo desnudo como estaba.
Juancho
volteó a ver a Ricardo, quien también desnudo en el catre lloraba aterrado por
lo que veía...
El peón le dijo: señorito, ya es usté libre...
Continuará...