¿Cuántas
humillaciones puede soportar un ser humano antes de volverse un asesino?
En los
últimos días, Ricardo Alcázar ha soportado chantajes, maltratos y violaciones
por parte del capataz de la hacienda “Agualuna”, pero enloquecido de dolor,
está decidido a acabar con todo su sufrimiento y lo mejor sería que Bruno
muriera.
Con un
filoso abrecartas en la mano, Ricardo está por clavarlo en el corazón del
hombre que le desgració la vida y que ahora yace satisfecho en su cama después
de haberlo violado por enésima ocasión y marcado de manera degradante
orinándolo como si de un animal salvaje se tratar.
El señorito está por volverse un asesino cuando el perverso capataz abrió los ojos...
...el macho saltó como una pantera sobre el joven rubio logrando arrebatarle el filoso instrumento.
Forcejeando
con el débil muchacho, el hombre dijo: ¿en qué está pensando señorito? ¿en
matarme para librarse de mí?
Ricardo:
suéltame desgraciado… te odio, suéltame…
Susurrándole
al oído, el capataz dijo con cinismo: usté no me odia… odia lo que le hago
sentir… porque no quiere reconocer que en mis brazos se siente hembra… se
siente una yegua bien montada…
Ricardo:
ya déjame en paz maldito… ya saciaste tus bajos instintos conmigo, ya me
arruinaste la vida… ¿qué más quieres de mí?
Bruno
aventó con fuerza a Ricardo sobre la cama y dijo: lo quiero todo… quiero que
usté sea mi hembra… cuando quiera y a lo hora que yo quiera… quiero que se
entregue a mí… que en el día usté sea el señorito de la “Agualuna”, pero en las
noches me espere con las piernas abiertas para darme placer…
Ricardo:
eres un infeliz…
Bruno: lo
que soy es un macho bien ardiente y usté es una yegua bronca, pero yo la he de
domar…
El
capataz se echó sobre Ricardo, que suplicó: no, otra vez ya no… me duele demasiado…
Bruno: y
le va a doler más si no se deja… le dije que en su cama íbamos a consumar
nuestro “amor”, pues ya pasó la noche de bodas y antes de irme, le voy a dar su
mañanero…
Ricardo:
nooo… quítate de encima… ya no…
Sin
escuchar las súplicas del señorito, Bruno le abrió las piernas y se colocó en
medio de ellas apuntando a su agujero enrojecido con su enorme boa de carne.
Bruno:
¿así que quería clavarme un cuchillo en el pecho? Pues yo voy a clavarle mi
cuchillo en su culo…
De una sola estocada, el capataz se enterró en el interior del señorito que gritó al sentir que un filoso cuchillo abría su ano rompiendo sus pliegues y haciéndolo sufrir.
**********
Sin saber en qué momento perdió la conciencia, cuando Ricardo despertó en su cama, Bruno ya se había ido, sin embargo, los recuerdos de todo lo ocurrido lo angustiaban y lo hacían sentir muy sucio.
El joven salió de su habitación para ver cómo estaba su mamá, quien afortunadamente había pasado una buena noche, aunque para ella no pasó desapercibido el semblante apagado de su hijo… sabía que algo le ocurría a Ricardo, pero él no iba a decírselo.
En la
cocina, Malena la sirvienta platicaba con la cocinera que le decía: pos parece
que el Bruno ya no se fue de la “Agualuna”, hace rato bajó a desayunar y anda
con unos aires de grandeza, que ni quien se lo aguante…
Sirvienta:
ay Chole, al Bruno no lo saca de aquí nadie… ese, pronto lo verás como el mero
mero de esta hacienda…
Cocinera:
¿por qué lo dices? ¿acaso tú sabes algo?
Ricardo
bajó por un vaso de agua y cuando llegó a la cocina escuchó lo que las mujeres
cuchicheaban, por lo que se quedó oyendo sin que estas se dieran cuenta.
Sirvienta:
lo que sé es que el señorito no puede correr a Bruno…
Cocinera:
y ¿por qué no? Si el señorito es el nuevo patrón y el Bruno solo un capataz…
Con
sonrisa maliciosa, la sirvienta dijo: sí, para al señorito le falta lo que
Bruno tiene de más…
Cocinera:
¿quieres decir que el señorito no es macho pa sacar adelante esta hacienda?
Sirvienta:
quiero decir que al señorito le hace falta macho y creo que ya lo encontró…
Sin decir
más, la intrigosa sirvienta salió de la cocina rumbo a las caballerizas.
Ricardo la siguió y la detuvo.
Ricardo:
oye tú… necesito hablar contigo…
Servilmente
y sin saber que el rubio había escuchado todo, la sirvienta preguntó: ¿necesita
algo señorito?
Ricardo: lo que necesito que me aclares es porque andas diciendo que yo no soy suficientemente hombre para llevar esta hacienda…
Al verse descubierta, la mujer intentó negar sus palabras: ¿qué dice señorito? No le entiendo…
Ricardo:
no te hagas la mosca muerta… escuché perfectamente lo que decías en la cocina…
repite frente a mí, eso de que yo estoy buscando macho… ¿acaso me conoces para
afirmar algo así de mí?
Viéndose
descubierta, la mujer dijo: pues disculpe señorito, pero si me va a correr por
decir la verdad, hágalo de una vez…
Ricardo:
por supuesto que te voy a correr, pero antes vas a decirme por qué dices eso de
mí…
Mirando
con descaro a los ojos del rubio, la sirvienta habló: pos porque yo sé lo que
hay entre usté y el Bruno… yo sé que usté le anda haciendo de “mujer” con él…
Indignado,
Ricardo vociferó: ¿cómo te atreves?
Sirvienta:
me atrevo porque el mismo Bruno me lo dijo… la verdá es que yo también soy una
de sus queridas y déjeme decirle algo señorito, el Bruno tiene muchas mujeres y
muchos putos… es de esos sementales que no se sacian con solo una hembra, así
que si va estar con él, cuídese, porque ni crea que se va enamorar de usté…
Sintiendo
que las lágrimas iban a traicionarlo, Ricardo dijo: recoge tus cosas y lárgate
ahora mismo de mi hacienda…
Con el
rostro desencajado, el ojiverde llegó hasta una de las caballerizas, donde se
encontró con Juancho, para quien no pasó desapercibido el semblante del joven.
Juancho: señorito Ricardo ¿le pasa algo?
Ricardo no contestó, sólo desamarró a su caballo y se subió a él.
Juancho
se interpuso en su camino y dijo: ¿a dónde va señorito?
Ricardo:
quítate de mi camino Juancho…
Y dándole
un golpe al caballo, el animal relinchó y salió a todo galope de la
caballeriza.
Juancho
pensó: algo le pasa al señorito... Tengo que ayudarlo...
A caballo desbocado, Ricardo galopaba deseando olvidar todo lo ocurrido, pero aunque el viento jugaba con su cabello, las memorias del rubio no cesaban.
En su
mente sobresalían sus gemidos, las estocadas de Bruno, sus caricias y besos
robados... pero aún peor, resonaban las palabras de la sirvienta, ahora todos
sabía que él había sido ultrajado por Bruno, creían que él era la hembra del
capataz.
Ricardo:
maldito seas Bruno, maldito...
Sin
importarle las consecuencias, Ricardo continúo galopando de manera desbocada.
**********
En su
cuarto, Bruno descansaba plácidamente cuando tocaron a su puerta… era Malena,
la sirvienta.
Bruno: ¿qué quieres?
Sirvienta:
solo vine a despedirme porque me voy…
Bruno: y
¿pa dónde? ¿por qué te vas chula?
Sirvienta:
porque el señorito Ricardo me corrió… se me soltó la lengua y escuchó cuando
decía que tú y él estaban… pos tú me entiendes…
Con un
gesto de molestia, el capataz dijo: pero serás taruga… vieja tenías que ser y
andar de chismosa…
Sirvienta:
pos ya sé que es mi culpa, pero… pensaba que igual y tú podías hacer algo pa
que me quedara…
Bruno: no
seas mensa… yo no puedo hacer eso…
Sirvienta:
por no que tienes al señorito comiendo de tu mano…
Bruno:
sí, pero es bien rejego, aunque falta poco pa que lo dome… el caso es que ahora
tendrás que irte, pero no te preocupes, después de un tiempo ven a buscarme…
igual y ya me encuentras como el patrón de la “Agualuna”…
Sirvienta;
pos ojalá así sea… que tengas suerte…
Antes de
salir, Bruno jaló a la sirvienta y manoseándola le dijo: no se vaya triste mi
chula, cuando necesite quien le baje la calentura, ya sabe dónde buscarme…
**********
Ricardo
cabalgó hasta el río de la hacienda... bajó de su caballo y se paró frente a la
corriente.
Recordó
cuando estuvo ahí con Bruno, lo que platicaron y como él fue altanero con el
capataz, sin saber que ese hombre le robaría su dignidad y lo convertiría en su
puta, porque así se sentía el rubio, una puta sin valor usada por un macho sin
sentimientos.
De qué le
servía a Ricardo todos sus estudios, todo su mundo si no había podido
defenderse de un salvaje.
Llorando,
el señorito tomó una decisión… acabaría con su vida ahogándose en el río... No
podía hacer nada para librarse de su violador, el suicidio era la salida fácil.
Obnubilado,
Ricardo empezó a introducirse en aquel río que se veía cada vez más profundo.
A medida
que el agua cubría su cuerpo, las imágenes de la noche anterior no dejaban de
atormentarlo.
Flashback
Bruno
acostado bocarriba le decía a Ricardo: siéntate en mi verga... Quiero que te
claves tú solito...
Con el rostro enrojecido por la vergüenza, Ricardo se montaba sobre el capataz y soportando la humillación, comenzó a bajar poco a poco para introducirse él mismo el fierro ardiente del macho.
Bruno
gozaba al ver el rostro del rubio desfigurado por el dolor cuando lentamente
iba entrando su verga gruesa.
Bruno:
ensártate poco a poco... No hay prisa... Mi verga es tuya toda la noche, así
como tu culo es sólo mío...
Ricardo:
ah ah ah
El
señorito sentía el dolor de la invasión porque su culo estaba muy lastimado,
esa noche Bruno lo había usado varias veces sin piedad, de su ano escurría
sangre por lo lastimado que estaba, pero tenía que soportarlo o todos
conocerían su vergüenza.
Cuando la
mitad de la verga estaba enterrada, Ricardo dijo: no puedo más, por favor hasta
aquí…
Bruno: no
mames, ya te la has comido entera y ahora no puedes, ni madres clávate hasta
los huevos…
Ricardo:
por favor...
Bruno:
puro pinche pedo contigo... ¿A ti lo que te gusta es que te viole verdad?
Y Bruno tomó de la cintura a Ricardo e impulsó su cadera para meter entera su verga hasta que sus huevos chocaron con las nalgas del señorito.
Ricardo: ahhhhhhhhhh...
Bruno:
shhhhh... Recuerda que tu mami te puede escuchar... Aunque si gritas más fuerte
por mí no hay bronca, me excitas más...
Ricardo
contuvo sus gemidos.
Bruno: ya
ves como sí te entraba... a huevo que tu culo está hecho pa mi verga... Eres la
funda hecha a la medida de mi pistola, jajajaja...Ahora sí a cabalgar...
Ricardo:
ah ah... ¿qué?
Bruno: a
cabalgar mami... A ti te gusta montar caballo... Pos ora yo soy tu caballo y tú
el jinete... Ora chiquito, demuéstrame qué tanto sabes montar...
Bruno le
dio nalgadas al rubio para que este comenzara con el movimiento de levantar sus
nalgas y dejarse caer nuevamente simulando estar montando pero en realidad se
empalaba en la verga del macho.
Bruno:
así chiquito... Aquí está tu semental... Siénteme... Bien adentro... Más
fuerte... Muévete más...
Ricardo se daba de sentones sintiendo aún más pisoteada su dignidad, mientras que el capataz también empujaba su boa para empalarlo más... las manos de Bruno masajeaban las nalgas de Ricardo y las manos del señorito se aferraban al pecho peludo del macho.
Ricardo:
ah ah ah ah ah...
Bruno:
puta madre... Qué rico me aprietas, aghhhh...
El rostro lleno de placer de Bruno era una daga en el corazón del rubio.
Fin del flashback
Esos
recuerdos inundaban la aturdida mente de Ricardo, quien seguía adentrándose más
y más en el río.
La ropa
que llevaba se volvía más pesada al mojarse y el señorito sólo podía pensar en
acabar con su dolor.
Finalmente,
el agua le llegaba hasta el cuello y sin pensar más, introdujo su cabeza en el
agua para ahogarse a sí mismo.
La
respiración comenzó a faltarle y el rubio empezó a perder las fuerzas, sintió
que la conciencia se iba y con ella el dolor de los recuerdos.
Cuando
Ricardo estaba por perder la vida y la corriente lo arrastraba, sintió cómo
alguien lo tomó en sus brazos y comenzó a sacarlo de la superficie... Era
Juancho que siguió al señorito hasta ese lugar y al ver lo que intentaba hacer
se lanzó a salvarlo.
Del río,
salió un joven moreno con brazos fuertes y anchos hombros cargando a un
muchacho rubio empapado y desmayado.
Juancho
acostó a Ricardo en la hierba y vio que el señorito no reaccionaba.
El peón
no sentía su respiración y para hacerlo volver tenía que darle respiración de
boca a boca.
Juancho
sintió su sangre calentarse al unir sus labios con los del rubio, ese chico que
le había gustado desde su llegada y que amaba en secreto sabiendo que estaba
demasiado alto para él.
En esas
circunstancias tan lamentables, el peón probaba los carnosos labios del
señorito y luego de darle respiración boca a boca, oprimía el pecho del rubio
para despertarlo.
Juancho:
vamos señorito... Abra esos ojitos lindos... No me haga esto...
Ricardo
no reaccionaba.
Juancho: despierte niño bonito, mire que yo no me perdonaría si se me muere... Usté tiene que vivir...
Y
finalmente, Ricardo reaccionó sacando el agua que había entrado por su boca y
tosiendo volvió a respirar.
Juancho
abrazó al señorito en un impulso de felicidad... Ricardo sintió un calor en el
pecho de su amigo.
Juancho:
gracias a Dios que volvió señorito... Vamos pa la Hacienda...
Ricardo:
cof cof... No, por favor, Juancho a la Hacienda no... No quiero regresar ahí...
Hoy no...
Juancho:
pero señorito, usté está empapado y necesita cambiarse...
Ricardo:
cof cof... Ya te dije que no voy a regresar... No quiero...
Juancho:
ta bueno señorito... Pero si usté no regresa yo me quedo también y lo acompaño
a dónde sea que vaya...
Ricardo
tosió una vez más y vio la determinación de Juancho, quien estaba decidido a no
separarse de su lado.
**********
En la hacienda,
Bruno buscaba a Juancho y al no hallarlo entró a la cocina donde la cocinera le
dijo: Yo no lo he visto por ningún lado…
Bruno:
pinche haragán... ¿Dónde se metió?... Pero ahora que vuelva me va conocer...
Cocinera:
pos a lo mejor fue hacer algún encargo del patrón...
Bruno:
¿por qué lo dices?
Sirvienta:
porque el señorito Ricardo tampoco está... La señora no sabe a dónde se
metió... Pa mi que anda con el Juancho... Ya ves que ellos se llevan desde
niños y...
Bruno:
cállate criada metiche tú no sabes nada...
Furioso, Bruno salió de la hacienda luego de comprobar que ni Ricardo ni Juancho estaban... la sangre le hervía pues en su mente perversa corría la posibilidad de que estuvieran juntos.
Montado en su caballo, Bruno salió en búsqueda de lo que consideraba suyo... el señorito regresaría con el capataz cueste lo que cueste.
**********
Como si
el mismo cielo, se compadeciera de la tragedia de Ricardo, una lluvia intensa
comenzó a caer.
En una
cueva cercana al río, protegiéndose de la tormenta se encontraban el ojiverde y
Juancho.
El
señorito temblaba de frío pues su ropa estaba mojada.
El joven
peón al ver el temblor del rubio se acercó a él e intentó tocar su frente para
ver si no tenía temperatura, pero Ricardo al sentir el contacto con Juancho no
pudo evitar recordar las manos bruscas del capataz acariciando su cuerpo por lo
que dando un manotazo dijo: ¡No me toques!
Juancho: disculpe señorito yo sólo quería ver si no tenía temperatura porque tiembla mucho...
Ricardo:
es porque tengo frío, pero ya se me va pasar...
Juancho:
cómo se le va pasar, si su ropa está toda mojada... yo me la quité antes de
echarme al río pero usté se aventó con todo y ropa...
Ricardo
temblando: por favor Juancho no hablemos de eso...
Juancho:
no señorito, no hablamos si usté no quiere, pero mínimo debe quitarse esa ropa
pa que no se vaya enfermar...
Ricardo:
no tengo nada que ponerme Juancho y no pretenderás que quede desnudo...
Juancho:
bueno, pos si quiere póngase mi camisa en lo que su ropa se seca...
El peón se quitó su camisa de cuadros y se la entregó al señorito, que por primera vez observó el fornido cuerpo del joven, un pecho amplio con algunos vellos, abdominales marcados y brazos musculosos formados por el duro trabajo... su pecho mostraba algunas cicatrices hechas por una vida dura.
Al verlo, vinieron a la mente de Ricardo las imágenes del pecho velludo de Bruno, pecho que el señorito conocía muy de cerca al ser violado en varias ocasiones por el salvaje capataz.
Juancho:
¿qué le pasa señorito? no tenga pena y póngase mi camisa...
Ricardo:
ah sí... gracias Juancho...
Ricardo
empezó a desabrocharse su camisa, pero se detuvo al ver que Juancho lo miraba
fijamente... aunque ya en otra ocasión, Ricardo no había sentido pudor de que
su amigo le viera semidesnudo, esta vez sí tenía vergüenza… quizás después de
todo lo ocurrido con Bruno, el rubio ahora tenía pena de exhibirse ante
cualquier hombre.
El peón
al darse cuenta del pudor del señorito, dijo: eh creo que debo buscar algo,
ahora vuelvo...
Ricardo se
quitó su camisa y se puso la de Juancho, era una camisa más grande que la suya,
porque el tamaño del peón lo superaba.
Aunque le
quedaba floja sintió en esa prenda el olor del joven, aroma de un muchacho
trabajador... tan distinto al olor de Bruno, aroma que él también tenía
impregnada en su piel después de lo que el capataz le había hecho.
Momentos
después regresó Juancho con un poco de leña y le dijo al señorito que haría una
fogata.
La lluvia
aún no cesaba y la noche ya había llenado todo de oscuridad, pero en esa cueva
la fogata iluminaba a los dos jóvenes que no hablaban, sólo se miraban.
Juancho
rompió el silencio: señorito, de verdá no quiere volver a la hacienda, mire que
ya es tarde...
Ricardo:
no, hoy no voy a volver... pero si tú quieres vete...
Juancho:
no, yo me quedo con usté...
Ricardo:
¿por qué Juancho? ¿por qué me ayudas?
Juancho:
pos porque usté es el patrón y de niños éramos amigos y...
Ricardo:
¿y?
Juancho:
y pos... pos usté es muy importante para mí...
El
señorito vio que Juancho se sonrojó al decir esas últimas palabras.
Ricardo
estornudó y Juancho le dijo: ya lo ve, se va a resfriar… aquí tengo un pañuelo
pa que se limpie la nariz…
Ricardo:
no es necesario, gracias Juancho…
El peón
insistió y sacando un paliacate de su bolsillo, se levantó para entregarlo al
señorito, pero se tropezó con una piedra y cayó de rodillas muy cerca de
Ricardo.
Los ojos
verdes de Ricardo observaron muy de cerca el varonil rostro de Juancho,
mientras que este podía sentir la respiración agitada del joven más bello que
había visto en toda su vida.
Guiado
por su instinto y por el ambiente que los rodeaba, Juancho no pensó en nada más
y comenzó acercar su boca a los tiernos y carnosos labios rosas del señorito.
Esos labios que invitaban a pecar…
Continuará...
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