4.- Yegua marcada



Era de tarde en la hacienda “Agualuna”, cuando Ricardo Alcázar entró la habitación de su madre para vociferar palabras que resonaron en toda la recámara.

 

El señorito dijo: ¡BRUNO, EL CAPATAZ, ME VIOLÓ!

 

No hubo respuesta y Ricardo preguntó: ¿mamá? ¿estás aquí?

 

El rubio observó la amplia habitación sin ver a nadie, por lo que entró al baño, donde su madre yacía desmayada.

 

Ricardo gritó: MAMÁ… ¿QUÉ TE PASÓ MAMÁ?

 

Inconsciente, la mujer no respondía, por lo que Ricardo salió como loco de la habitación y gritando llegó hasta la sala pidiendo ayuda.

 

¡UN DOCTOR, POR FAVOR, ALGUIEN CONSIGA UN DOCTOR!

 

La cocinera apareció y preguntó: ¿qué pasa señorito?

 

Ricardo: mi mamá está desmayada en su habitación, necesito a un médico pronto…

 

Cocinera: Santo Dios, yo me sé el número del médico de la familia… no se preocupe ahora le marco…

 

En esos instantes, Juancho entró a la casa y se sorprendió de ver a Ricardo tan aturdido.

 

Juancho: ¿señorito? ¿pasa algo?

 

Al ver a su amigo, Ricardo no soportó más las lágrimas y le dijo: mi mamá, Juancho… mi mamá está muerta…

 

Juancho: ¿qué? Pero eso no puede ser…



Ricardo: mi mamá está en el baño de su cuarto tirada, está muerta…

 

Sin escuchar más, el joven peón subió rápidamente las escaleras y llegó hasta donde Ana estaba desmayada.

 

Ricardo lo siguió y observó como Juancho colocaba dos de sus dedos debajo de la nariz de Ana.

 

Temblando, el ojiverde preguntó: ¿e-está mu-muerta?

 

Juancho respondió: no, aún respira… solamente está desmayada… pásame alcohol…

 

El rubio obedeció y le pasó el alcohol a Juancho, quien acercó el frasco a la nariz de la mujer, que al sentir el olor comenzó a reaccionar.

 

Juancho: ya está reaccionando… voy a llevarla a su cama…

 

Con sus fuertes brazos, el joven peón cargó a la mujer para llevarla con cuidado hasta su cama.

 

Juancho se dirigió a Ricardo diciéndole: tranquilo señorito… hay que esperar al doctor para saber qué tiene la patrona…

 

Momentos después, el médico familiar auscultaba a Ana, mientras que fuera de la habitación, Ricardo no paraba de dar vueltas muy nervioso.

 

Juancho, que no se había separado de su amigo, dijo: señorito, tranquilícese o el que va terminar enfermo es usté…

 

Ricardo: pero cómo me pides que me tranquilice, ¿no te das cuenta que si mi mamá se muere, me quedaré completamente solo?... ella es todo lo que tengo Juancho…

 

Juancho: no diga eso señorito, usté también me tiene a mí… yo nunca lo dejaría solo…

 

Al escuchar las palabras del peón, Ricardo no pudo evitar las lágrimas por toda la presión que sentía…conmovido, Juancho se acercó al rubio para abrazarlo.

 

El ojiverde sintió la calidez del muchacho, pero al sentir el aroma masculino de Juancho, Ricardo evocó el olor a macho de Bruno.

 

En ese instante, el rubio evocó las caricias ardientes y penetraciones salvajes del capataz.



Con un rostro desencajado, Ricardo se separó bruscamente de Juancho diciendo: no me toques, por favor… no vuelvas a tocarme…

 

Avergonzado por la reacción del ojiverde, Juancho dijo: disculpe señorito, fue solo un impulso, no pensé en ofenderlo al abrazarlo…

 

Ricardo: n-no me ofende Juancho… es solo que no quiero que tú ni nadie me toque, por favor, entiéndeme…

 

La conversación fue interrumpida por el médico que salió de la habitación de Ana.

 

Rápidamente, Ricardo preguntó: ¿qué tiene mi mamá, doctor? ¿es algo grave?

 

El médico respondió: quisiera decirte que no, pero la condición de tu mamá sí es delicada…


Conteniendo sus lágrimas, el rubio volvió a preguntar: ¿se va a morir?

 

Médico: no nos pongamos trágicos… la verdad es que el problema de salud de tu mamá está muy avanzado y lo que menos necesita es tener preocupaciones o problemas… el corazón de Ana está débil, pero con cuidados y reposo, ella puede vivir por un tiempo indeterminado… lo más importante es que no tenga preocupaciones ni haga corajes…

 

Ricardo: entiendo doctor y haré lo que me diga… haré todo lo posible porque mi mamá no pase ningún disgusto…



**********

 

La noche cubría con su manto de oscuridad a la hacienda cuando Juancho sentado en una paca de paja pensaba en lo ocurrido hace un rato con el señorito… recordaba con dolor cómo el rubio se había ofendido ante el simple contacto entre ellos.

 

Juancho pensaba: le doy asco… es obvio, un señorito tan fino y que huele tan rico como él debe sentir asco de mí, que solo ando entre caballos y sucio… cómo puedo ser tan idiota de tan solo pensar en…

 

El peón estaba tan absorto en sus pensamientos que ni siquiera notó cuando la sirvienta amante de Bruno se acercó por detrás de él para asustarlo.

 

Sobresaltado, el muchacho dijo: ¿qué pasó Malenita? Desde cuándo nos llevamos así…

 

Sirvienta: es que al verte tan embobado pensando en qué ponen las gallinas, me entraron ganas de darte un buen susto… por ¿en qué tanto piensas Juancho?

 

Juancho: en nada, en nada…

 

Sirvienta: pos cuando yo veo a alguien con los ojos como borrego a medio morir, así como los traes tú, yo pienso que es por una sola cosa… mal de amores…

 

Juancho: ¿cómo crees? Yo no pienso en esas cosas… yo ando tranquilo…

 

Sirvienta: ¿y por qué no? Eres hombre y joven… es normal que pienses en mujeres, lo raro sería que no te gustara ninguna… a menos que…

 

Sonrojado, el peón preguntó: a menos que qué…

 

Sirvienta: pos a menos que fueras como el señorito Ricardo…

 

Juancho: ¿qué quieres decir Malena?

 

Sirvienta: hay pues, por ahí dicen que el señorito Ricardo es maricón… que se le hace agua la canoa, tú me entiendes…

 

Molesto por el comentario malicioso de la sirvienta, Juancho dijo: párale ahí, párale ahí… que no se te olvidé que estás hablando del patrón de esta hacienda… además quién anda diciendo eso… dímelo…



Al ver la reacción de Juancho, la sirvienta se arrepintió de haber hablado.

 

Sirvienta: no, pos perdón Juancho… no sabía que el señorito tenía su defensor… yo solo hablé por hablar…

 

Juancho: pos no vuelvas hablar mal del señorito frente a mí… el señorito es un joven de ciudad, letrado y estudiado… es muy fino y muy buena gente… lávate la boca antes de hablar de él, oístes…

 

Sin decir más, Juancho se alejó mientras que la sirvienta se quedó pensando: si supieras que el Bruno le anda dando pa sus tunas a tu señorito… pa mí, que el Juancho también es raro y está enamorado del señorito, sino por qué lo defiende tanto…

**********

 

 

Nervioso, Ricardo estaba en su habitación cuando de pronto escuchó unos golpes en su puerta… 



...decidió no responder, hasta que escuchó la voz de su madre y el rubio abrió rápidamente la puerta.

 

Ricardo: mamá ¿qué haces levantada? Recuerda que debes guardar reposo…

 

Ana: solo quería darte las buenas noches hijo… y pedirte que no te preocupes tanto por mí… yo ya soy una mujer grande y que sea lo que Dios quiera… lo que debes es ocuparte de esta hacienda para que siga tan próspera como hasta ahora…

 

Ricardo: tú no te preocupes por la hacienda, mamá, ya te dije que yo me haré cargo…

 

Ana: y dime ¿ya resolviste qué hacer con Bruno?

 

Al escuchar el nombre del capataz en labios de su madre, el ojiverde se sobresaltó.

 

Ricardo: ¿a qué te refieres mamá?

 

Ana: ¿cómo a qué? Se supone que lo habías despedido y habías pensado en Juancho para que ocupara su lugar, pero hace un rato vi a Bruno desde mi ventana… eso significa que aún no se va de la “Agualuna”…

 

Ricardo se puso nervioso, pues las palabras se arremolinaban en su garganta, pero no podía revelarle nada de lo ocurrido a su madre, pues un coraje podría matarla.

 

Ricardo: y-yo aún no decido qué hacer con él, mamá…

 

Ana: eso significa que estás reconsiderando tu decisión de despedir a Bruno, pues creo que lo mejor sería que él continuara como capataz… ha hecho muy buen trabajo todos estos años…

 

Ricardo: por favor mamá, no quiero seguir hablando de esto… no por ahora… y lo mejor será que tú te vayas a descansar…

 

Antes que Ana se despidiera, el capataz apareció en la habitación de Ricardo, quien abrió los ojos desmesuradamente al tener frente a frente a su madre y su violador.



Bruno: buenas noches señora... Necesito hablar urgentemente con el señorito Ricardo, es sobre la hacienda...

 

Ricardo: yo no tengo nada que hablar contigo... vete...

 

Al ver la actitud de su hijo, Ana comentó: ¿qué te pasa Ricardo? No debes ser grosero, si Bruno vino a estas horas a buscarte es porque seguramente debe ser algo importante…

 

Bruno: no se preocupe señora... Quizás el señorito quiera que yo hable lo que tengo que decirle frente a usté, aunque creo que no sería lo apropiado, sobre todo por su salud...

 

Ana: ¿qué pasa Bruno?... ¿Algo grave?

 

Bruno: nada que el señorito no pueda resolver...

 

Ricardo sintió hervir la sangre pues se sentía acorralado… sabía que las palabras del capataz llevaban doble intención… además, no podía correr a Bruno frente a su madre, pues podía sospechar algo provocándole algún malestar mayor a su delicada salud... Pero qué podía hacer.

 

Ana: por favor hijo, atiende a Bruno… recuerda que prometiste hacerte cargo de todo lo relacionado a la hacienda… yo ya no quiero más preocupaciones...

 

Ricardo asintió forzadamente y vio cómo su madre salía de la habitación.

 

Instantes después, el capataz cerró la puerta y con una sonrisa maliciosa volteó a ver a Ricardo que lo miraba lleno de terror.

 

Sin esperar más, Bruno se abalanzó sobre Ricardo, que intentó correr, pero el capataz lo sujetó fuertemente acercándolo a su cuerpo.

 

Bruno: tal como te lo prometí, esta noche volverás a ser mío chiquito...

 

Ricardo: por favor, suéltame no me hagas más daño...

 

Bruno comenzó a masajear las nalgas de Ricardo y dijo: no te voy hacer ningún daño, al contrario, lo vas a disfrutar más que ayer...

 

Ricardo intentaba zafarse del agarre del capataz pero este era demasiado fuerte.

 

Bruno se apoderó una vez más de los labios del señorito, besándolo apasionadamente… ante la cercanía, el ojiverde comenzó a sentir en su entrepierna la erección del capataz.

 

Ricardo forcejeó y empujó a Bruno, pero éste lo tomó por la espalda y le amenazó: si gritas, tu madre se va enterar y tú no quieres que ella se muera verdá…

 

El rubio entendió que no tenía escapatoria, por lo que cerró los ojos y sintió cómo el capataz lo arrojó a la cama violentamente.

 

Bruno se quitó la camisa de cuadros, se desabrochó el cinturón, se quitó las botas y dejó caer su pantalón quedando sólo en trusa mostrando una gran erección.

 

Con miedo, Ricardo sintió que Bruno se le echó encima… el capataz comenzó arrancar las prendas de ropa al rubio hasta dejarlo completamente desnudo.



Lleno de vergüenza, Ricardo cerró nuevamente sus ojos para no ver al perverso capataz que lo miraba morbosamente.

 

Bruno estrujó el cuerpo de Ricardo salvajemente y dijo: abre los ojos quiero que me mires cuando esté dentro de ti...

 

Ricardo tuvo que abrir sus bellos ojos verdes y las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas... Vio cómo el capataz se quitaba la última prenda mostrando su enorme verga, la cual le había hecho tanto daño la noche anterior... ese enorme miembro que le había robado su virginidad.



Bruno separó las piernas de Ricardo y pudo ver la entrada del rubio que seguía enrojecida.

 

El capataz sonrío y dijo: no te preocupes, no te dolerá tanto porque tu culo ya tiene mi horma...

 

Y sin esperar más, Bruno enterró su verga en el culo del señorito que tuvo que morderse los labios para no gritar, sólo se aferró a las sábanas mientras sentía que el capataz se adentraba en él.



 

La verga de Bruno entraba en el recto de Ricardo con mayor facilidad que la otra noche, a pesar de la dimensión de la boa de carne que se introducía por el estrecho orificio.

 

Bruno gozaba con la sensación de introducirse en el señorito, que hacía muecas de dolor… poco a poco, metía su espada en la ajustada funda hasta que sus huevos chocaron con las nalgas del rubio... Bruno lo tenía empalado nuevamente.

 

Bruno: ya lo ves, eres mi mujer otra vez y ahora en tu cama me entregas el culo, este será nuestro lecho de amor...



El capataz lamió al señorito y sin dar mayor tregua sacó su verga para volverla a enterrar en el adolorido muchacho que no pudo más y comenzó a gemir.

 

Bruno: goza mi nenita, goza mientras te follo el culo...



Ricardo se tapó a sí mismo la boca para no emitir más gemidos que pudieran ser escuchados.

 

Bruno: ¿no quieres que escuchen cómo gritas mientras te perforo?... ¿No quieres que sepan que eres mi puta? porque eso es lo que eres para mí...

 

Y Bruno aceleró las embestidas taladrando el ano del rubio que recibía verga en posición de cucharita.

 

En ese momento alguien tocó a la puerta... Era la sirvienta, Malena, que le preguntaba al señorito si quería que le subieran la cena.

 

Ricardo no podía contestar pues temía ser descubierto, pero Bruno le dijo: contéstale...



Y le dio una fuerte estocada.

 

Ricardo tuvo que hacer un gran esfuerzo para responder: ah ah ah gracias pero no quiero nada...

 

La sirvienta escuchó la voz entrecortada del joven.

 

Sirvienta: ¿señorito está bien?

 

Ricardo: sí, ah ah ah estoy bien... Retírate por favor... ah ah ah

 

Sirvienta: como diga señorito... Buenas noches...

 

Y al escuchar que los pasos se alejaban, el capataz aceleró las embestidas y el rubio no pudo evitar gemir más fuerte por el dolor, entonces Bruno se levantó de la cama y sin sacar su verga del culo de Ricardo lo cargó en sus brazos mientras lo penetraba salvajemente.



Para no caerse, Ricardo se aferró del cuello del hombre y como única venganza para hacerlo sufrir, rasguñó su espalda, pero esto excitaba más al semental.

 

Bruno: rasgúñame cuanto quieras, me excita que así sea, jajajaja

 

Y cuando Bruno sintió que iba a explotar, se arrojó con Ricardo a la cama penetrándolo más profundamente... lo que hizo gritar al rubio que sintió la verga de su violador llegando a donde nunca nadie lo había tocado.

 

En ese instante, el capataz comenzó a deslecharse en el interior del joven que había sido violado por segunda ocasión.

 

Bruno: recibe mi leche en tu culo... te lo dejo dentro para que siempre lleves algo de mí... eres como mi mujer y yo tu marido... Siempre debes estar con el pozo lleno, jajaja...


 

Al sentir sus intestinos llenos de leche, Ricardo se sentía más humillado, pero no podía hacer nada.

 

Esa sería una noche larga para Ricardo, porque Bruno no se iría tras hacerlo suyo, el semental saciaría sus ganas con el rubio varias veces más violándolo en posiciones más humillantes y dolorosas para el señorito que tuvo que dejarse usar como un objeto de placer para el macho.



El capataz gozó del culo del joven las veces que quiso hasta quedarse dormido y satisfecho.

 

Ya era de madrugada cuando Ricardo recobró la conciencia y con gran dolor en su culo, se levantó de la cama y odió la imagen que vio... Bruno, un hombre de más de 40 años, ignorante y peludo estaba desnudo en su cama, sudoroso y con la verga flácida manchada de semen y sangre.

 

Lo peor es que él también tenía ambos líquidos en su cuerpo, su culo nuevamente ardía, por lo que como pudo se levantó y decidió bañarse aunque fuera muy tarde.

 

Ricardo abrió la regadera y empezó a ducharse limpiando su cuerpo… estaba enjabonándose cuando escuchó que alguien entró al baño...



...y era Bruno que le dijo: no me gusta que me dejen solo en la cama...


 

Ricardo llorando le pidió: por favor, ya tuviste lo que quisiste… déjame en paz...

 

Bruno: soy un macho muy ardiente y aún quiero más de ti...

 

Bruno se metió a la regadera mojándose con el agua que caía y sin dar tregua a Ricardo lo poseyó nuevamente penetrando su cuerpo adolorido.



Bruno: eres mío y puedo tomarte cuando quiera... Solo estás para darme placer...

 

Ricardo llorando no pudo evitar que el capataz lo violara una vez más esa madrugada.

 

El calor del macho evaporaba el agua que caía sobre los dos cuerpos que eran uno, unidos por la verga del capataz y el culo del señorito.

 

Bruno: no sabes cuánto gozo tenerte... Me aprietas mejor que el culo de cualquier puta...



El capataz mordió la oreja del rubio y dándole la vuelta comenzó a penetrarlo por detrás mientras que con su mano empezó a masturbar a Ricardo, quien gimió más al contacto de la mano de Bruno con su pene.

 

Las bolas del capataz chocaban con las nalgas del señorito, que sin aguantar más eyaculó en la mano de Bruno.

 

Bruno le susurró: ahora no podrás decir que no lo disfrutaste...

 

El capataz cerró la regadera y arrojó a Ricardo al suelo mojado... El macho le abrió las piernas y lo volvió a penetrar fuertemente.

 

Ricardo sentía en su espalda el suelo mojado y veía al hombre que lo embestía salvajemente con un rostro desfigurado del placer.



Bruno sintió que se corría y cuando su verga se engrosó para explotar, sacó el miembro del culo del rubio y tras un bramido de toro se deslechó sobre el cuerpo del señorito, que sintió cómo el semen de su violador caía en su pecho y rostro.

 

Con sus manos, Bruno embarró su leche en el cuerpo y rostro de Ricardo.

 

El capataz se puso de pie y observó al señorito desnudo en el suelo con su cuerpo lleno de marcas por sus besos y chupetes... Con líquido blanquecino en su rostro y cuerpo.

 

Sonriendo sádicamente, Bruno dijo: me excita verte así, jajaja...

 

Ricardo llorando vio al capataz desnudo, que de pie parecía una mole de carne musculoso y con risa burlona.



Bruno comenzó a masajearse los huevos y a jalarse la verga.

 

El rubio no sabía qué más esperar cuando el hombre dirigió su pene hacia él y empezó a orinar.

 

Ricardo alcanzó a cerrar sus ojos y sólo sintió cómo el perverso hombre lo orinaba.

 

El líquido dorado bañaba el cuerpo del señorito mezclándose con el semen de Bruno... Era lo único que faltaba para terminar de marcarlo.

 

Como si se tratara de una yegua que es sellada por su propietario, el capataz marcaba con su orín el maltrecho cuerpo de Ricardo, quien sentía el chorro que caía sobre él imaginando la sonrisa del hombre que se comportaba de manera tan ruin.

 

En los ranchos, los caballos son marcados con hierro candente, pero aquí era la verga de Bruno que dejaba un sello permanente en el señorito Ricardo.

 

Bruno terminó de orinar, sacudió su verga y cuando Ricardo abrió sus ojos le dijo con voz gruesa y en tono de orden: no te bañes otra vez... quiero que te quedes con mi olor impregnado en ti...



Y el señorito tirado en el suelo mojado del baño, con el culo enrojecido, embarrado de semen mezclado con orines vio como su macho regresó al cuarto dejándolo ahí, usado y humillado.

 

Minutos más tarde, Ricardo salió del baño y al ver a Bruno nuevamente durmiendo plácidamente en su cama, sintió deseos de matarlo.



De pronto sus ojos, se toparon con un abrecartas semejante a un cuchillo sobre su buró.

 

Con la mente nublada, Ricardo tomó el filoso instrumento y pensó: si clavó este abrecartas en el pecho de Bruno, no podrá hacerme más daño… aunque me convierta en asesino, no soporto la idea de que vuelva a tocarme…

 

Los ojos de Ricardo se llenaron de lágrimas y sin importarle lo que pudiera pasarle después, el señorito apretó el abrecartas en sus manos, dispuesto a enterrarlo en lo más profundo del corazón del capataz.

 

Ricardo: vete al infierno, desgraciado…


Continuará...

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