Los rayos del sol quemaban y la temperatura superaba los 39 grados... Era primavera cuando Ricardo Alcázar regresó a la próspera hacienda "Agualuna", propiedad de su familia y ubicada en un pueblo del norte del país.
El
joven contaba 19 años de edad y se había ido a estudiar a la ciudad desde hace
10 años... Quizás había regresado tres ocasiones en todo ese tiempo y no por
más de una semana... Esta vez había vuelto porque su madre estaba enferma y le
había llamado para hablar con él.
Pocos reconocieron a Ricardo cuando entró a la "Agualuna", pues ya no era aquel niño que se fue; ahora era un hombre muy bien parecido... alto, de 1.70 de estatura, delgado, blanco, cabello rubio y ojos verdes como los de su difunto padre... El chico tenía el porte de un joven de ciudad.
Ricardo
saludó rápidamente a los sirvientes que lo recibieron y de inmediato llegó a la
habitación de su madre, Ana de Alcázar.
Ana:
Hijo me da tanto gusto verte... Sabes que no he podido ir a la ciudad por mis
problemas de salud, por eso te pedí que vinieras...
Ricardo:
lo sé mamá, aunque debo confesar que tu llamado me asustó, pensé que se trataba
de una emergencia...
Ana:
Lo es hijo, ya no tengo las fuerzas para seguir haciéndome cargo de la
hacienda, temo que en cualquier momento puedo irme y necesito que tú como único
heredero te hagas cargo de todo y para ello debes conocer perfectamente lo que
te pertenece, sólo así ocuparás mi lugar...
Con un
semblante de contrariedad, el joven respondió: pero madre, tú no vas a morir y
yo no puedo quedarme aquí. Yo no estoy acostumbrado al campo, yo amo la
ciudad...
Ana:
lo siento hijo, pero no hay otra opción si quieres gozar de toda la fortuna,
deberás quedarte a cuidar de ella, de lo contrario lo perderás todo...
Las últimas palabras de su madre resonaban en la cabeza de Ricardo que odiaba la idea de quedarse en ese lugar.
**********
El
calor en la "Agualuna" era insoportable, a pesar de que el sol se
había ocultado y ya era de noche.
Dentro
de su habitación, Ricardo se quitó la ropa y se metió a la ducha, el agua fría
refrescaba su cuerpo que se calentaba por el ambiente del lugar... Al terminar
de bañarse tomó una toalla, se la ató a la cintura y salió del baño descalzo y
destilando agua.
"Buenas
noches señorito Ricardo", dijo una voz gruesa y muy varonil que asustó al
joven, quien volteó a ver al hombre que había entrado a su habitación sin
permiso.
Los ojos del muchacho observaron con detenimiento a ese hombre que debía medir alrededor de 1.90 de estatura, de piel morena, cuerpo musculoso, cabello corto y barbado, de alrededor 40 años y vestido con pantalones vaqueros, botas, camisa de cuadros abierta y con una playera que apenas cubría su pecho lleno de vellos. De facciones toscas y ojos negros; sostenía un sombrero vaquero en sus manos.
Molesto,
el rubio inquirió: ¿Qué hace usted en mi cuarto? ¿Quién le dio permiso de
entrar?
"Disculpe
joven, pero quería presentarme, soy Bruno, el capataz y hombre de confianza de
su madre, quien se encarga de todo, quería presentarme con usted..."
Ricardo
se percató cómo el hombre lo barrió con la mirada recordando en ese instante
que sólo una toalla cubría su esbelto cuerpo.
Ricardo:
pues ya lo hizo, ahora retírese por favor y no vuelva a entrar a mi cuarto sin
que yo se lo pida...
Agachando
la cabeza servilmente, Bruno contestó: como usté mande "señorito"...
Un
escalofrío recorrió el cuerpo de Ricardo cuando nuevamente sintió la mirada del
hombre, quien salió del cuarto dejando al joven confundido.
Bruno
llegó a la cocina y ordenó de mala gana un vaso de agua, la sirvienta le
preguntó por qué estaba de mal humor.
Bruno:
eso no te importa, no te metas en donde no te llaman...
Sirvienta:
a mí se me hace que ya conociste al señorito y te molestó saber que él será el
nuevo encargado de la hacienda...
Sonriendo
socarronamente, Bruno respondió: no digas estupideces... El señorito no es más
que un muchachito de finos modales que no sabe nada de este lugar... Estoy
seguro que estará una semana y se irá a la ciudad...
Sirvienta:
pos yo creo que vino a quedarse y ocupar el lugar que le corresponde como
patrón...
Golpeando
la mesa, Bruno dijo: ya cállate y apúrate con lo que te pedí criada metiche...
**********
Al día
siguiente, parado en uno de los corredores de la hacienda, Ricardo observaba la
amplitud de la "Agualuna" y recordaba su niñez ahí... evocaba cómo
corría alegremente por todo el lugar, cuando a veces se escapaba montando un
caballo para ir al río y nadar libremente.
Una
ligera sonrisa se asomó en el señorito, quien tras un suspiro, recordó que
ahora era muy diferente, hace años que había dejado de ser un niño y sus gustos
ya eran otros, él ya no encajaba en ese mundo de campo.
De
pronto, escuchó una voz al interior de las caballerizas, por lo que asomándose
en una de ellas, encontró a un joven dando de comer a los equinos.
Acercándose
cautelosamente, Ricardo dijo: hola...
"Señorito
Ricardo", respondió con una sonrisa el muchacho, quien era como de su
edad, solo que con aspecto campirano.
Ricardo:
¿Me conoces?
"Claro
que sí... Aunque veo que usté no me recuerda, soy Juancho, el hijo de Pedro, el
que era encargado de todos los caballos, ¿ya no se acuerda? usté y yo jugábamos
cuando éramos chamacos antes que se fuera pa la ciudad..."
Haciendo
memorias, ojiverde recordó que en su infancia siempre había un niño que lo
acompañaba, ese niño era Juancho.
Ricardo:
perdóname Juancho no te reconocí, es que te dejé de ver hace tantos años,
cuando solo eras un niño y ahora te has convertido en un hombre...
Ricardo observó a su excompañero de infancia... Su piel estaba curtida por el sol, sus brazos eran fuertes como las de cualquier trabajador de campo, robusto y cabellos oscuros, ojos negros, pero de sonrisa franca... Se sintió cómodo a su lado...
Juancho: usté también está bien grande joven, aunque sigue igual de güero (rubio) y con sus ojos tan verdes como la hierba del campo...
Ricardo
no pudo evitar reír por la sinceridad del muchacho, pero la conversación fue
interrumpida por Bruno, quien montando un caballo habló con voz recia: Juancho
deja de molestar al señorito...
Molesto,
Ricardo contestó: Juancho no me está molestando, estamos platicando...
Bruno:
pero de qué puede platicar un ignorante como Juancho con usté... Vete a trabajar...
Ricardo
respondió con tono altivo: Juancho y yo somos "amigos", y le prohíbo
que le diga "ignorante", no tiene por qué ofenderlo, solo porque está
conversando conmigo...
Juancho
sonrió discretamente ante la actitud de Ricardo y Bruno no pudo disimular su
molestia, pero respondió tragándose el coraje.
Bruno:
disculpe señorito, pero como capataz de esta hacienda, yo tengo que ser fuerte
con los trabajadores y Juancho ya ha perdido demasiado el tiempo...
Sin
responderle al capataz, Ricardo se dirigió a Juancho y le dijo con un tono
suave: Juancho regresa a tus labores, ya tendremos tiempo de platicar en otro
momento...
Juancho
obedeció y Ricardo viendo fijamente a Bruno le dijo: ¿tú eres el que da las
órdenes aquí verdad? Bueno, pues ahora yo te voy a dar una orden. Muéstrame
todo el lugar, quiero conocer muy bien a "mi hacienda" y sus
alrededores...
Bruno:
como usté mande patrón, pero tendrá que ser a caballo y como supongo que no
sabe montar pues tendrá que subirse conmigo a este caballo...
Ricardo:
no seas ridículo, de niño aprendí a cabalgar, ensíllame un caballo para que yo
lo monte...
Bruno:
ahora llamo a alguien para que le ensille un caballo...
Ricardo
respondió rápidamente: no Bruno, quiero que tú me ensilles el caballo... ¿o
acaso como capataz no sabes hacer algo tan básico?
Con
desagrado, Bruno obedeció y tras preparar el caballo le preguntó al señorito si
quería que lo ayudará a subir.
Ricardo:
yo puedo solo, gracias...
Con
seguridad, Ricardo montó el caballo y empezó a cabalgar... Bruno molesto
comenzó a seguir a Ricardo y tras mostrarle todo el lugar, llevó al joven al
río, que también formaba parte de la "Agualuna".
Bajándose
de su caballo, Bruno dijo: el sol está muy fuerte... Bájese a probar tantita
agua fresca...
Ricardo también bajó del caballo, pero no bebió agua... observó cómo Bruno se mojaba la cara y se quitó la camisa... El rubio vio el torso desnudo de ese hombretón que tenía espalda ancha y brazos llenos de músculos y vellos.
Ricardo:
¿Qué estás haciendo?
Bruno:
pos hace mucho calor... No se le antoja refrescarse dándose un baño...
Ricardo:
por supuesto que no y tú tampoco lo harás... Regresemos ahora mismo...
Bruno:
bueno si no quiere que me bañe, no lo haré, pero descansemos por lo menos...
Ricardo
no respondió y se sentó en una piedra.
Bruno se acostó en la hierba y dijo: no cabe duda que la hierba enfría el calor de cualquier cosa ¿no cree?
Ricardo:
supongo...
Bruno:
¿sabe para qué sirve también la hierba? Para montarse a una buena hembrita...
Si usté supiera a cuántas viejas me he cogido aquí, nada como bajarse la
calentura con una buena follada...
Al
escuchar las soeces palabras del capataz, Ricardo dijo: pero qué cosas dices
Bruno... A mí no me interesan tus andanzas, no seas vulgar... te exijo que me
respetes...
Bruno:
uy señorito, no pensé que fuera tan delicado, lo hago pa entrar en confianza o
qué... ¿A usté no le gustan las hembras?
Poniéndose
de pie rápidamente, Ricardo contestó: te ordeno que nos vayamos ahora mismo, no
quiero seguir aquí...
Ricardo
subió velozmente a su caballo, mientras que Bruno sonrío cínicamente y obedeció
la orden de regresar.
**********
Los
días pasaron y Ricardo a regañadientes intentaba familiarizarse con la
"Agualuna" y sus alrededores, intentaba conocer un poco más a los
trabajadores, pero desconfiaba de Bruno, había algo en ese hombre que le
asustaba.
Bruno
observaba cada uno de los movimientos del señorito y había algo que no le
gustaba nada, la amistad con Juancho... los dos jóvenes eran cada vez más
cercanos.
Sin
dejar de darle de comer a los caballos, Juancho le preguntó al ojiverde: ¿y se
va quedar aquí para siempre señorito?
Acariciando
con un dejo de tristeza a uno de los sementales, Ricardo respondió: todavía no
sé, no estoy seguro que deba quedarme...
Juancho:
pero cómo dice eso... si todo lo que hay en la "Agualuna" es suyo...
usté es el patrón y a su papá, que en paz descanse, le hubiera gustado que
fuera usté quien llevara el control de la hacienda...
Ricardo:
pero entiéndeme Juancho, yo ya establecí mi vida en otras condiciones, lejos de
aquí, en la ciudad... la verdad es que yo ya no pertenezco a este lugar...
Juancho
suspendió lo que hacía y preguntó: ¿no será que en la ciudad lo espera alguna
novia?
Sorprendido
por la pregunta, Ricardo contestó: no es eso Juancho, te aseguro que en la
ciudad nadie me espera...
Juancho
no disimuló una sonrisa y continuó su labor de alimentar a los caballos.
Ahora
fue Ricardo quien cuestionó: pero y dime ¿tú si tienes novia verdad? Porque te
he visto muy cerca de Florecita...
Sonriendo,
Juancho dijo: cómo será señorito... Ella y yo somos sólo amigos... A mí quien
me gusta, pos nunca me haría caso...
Ricardo: no digas eso Juancho... Tú eres muy trabajador y no eres nada feo...
Con un ligero sonrojo en las mejillas, Juancho contestó: pos sí, pero es que he puesto mis ojos muy alto señorito, muy alto...
Juancho
vio fijamente a los ojos verdes de Ricardo y después dijo: me tengo que ir a
seguir trabajando, si Bruno ve que no estoy haciendo nada, se va poner
furioso...
Ricardo:
pero estás conmigo...
Juancho:
uy señorito usté no conoce bien a Bruno...
Ricardo:
entonces cuéntamelo ¿cómo es él?
Juancho:
pos aquí nadie lo quiere, excepto su mamá, y a pesar de todo ha mantenido bien
a la "Agualuna" ¿o no?
Ricardo:
supongo que sí, pero la verdad es que a mí tampoco me agrada, ¿él no está
casado?
Juancho:
no señorito, si al Bruno no hay quien lo dome, sólo se la pasa yendo con las
putas pero no tiene una mujer fija, más de una sirvienta se ha ido porque él le
ha prometido casorio y luego de tenerlas, nomás nada... él se las da de
semental...
Sin
decir más, Juancho se fue dejando muy pensativo a Ricardo, quien más tarde
hablaba con su mamá, dentro de la habitación de ella.
Ana:
¿cómo te has sentido en la hacienda, hijo?
Ricardo:
no voy a mentirte mamá, la verdad es que hago un esfuerzo por estar aquí, este
ya no es mi mundo...
Secamente,
Ana respondió: pues tiene que serlo, porque si yo muero y tú no te haces cargo
de la "Agualuna", entonces quién lo hará... ¿acaso crees que Bruno
pueda solo con todo esto?
Al
escuchar el nombre del capataz, Ricardo dijo: precisamente, sobre Bruno quiero
hablarte, mamá...
Ana:
¿qué pasa con él? ¿te ha dado algún problema?
Ricardo:
a mí no, pero he notado que nadie de la "Agualuna" lo soporta, ¿acaso
no te has dado cuenta?
Ana
respondió: por supuesto, pero es que yo no necesito que a Bruno lo quiera todo
el mundo, lo que yo necesito de él es que sea efectivo y como capataz, él me ha
dado buenos resultados...
Ricardo:
eso lo entiendo mamá, pero Bruno es grosero y trata mal a la gente... el que
sea el capataz no le da derecho a humillar a los demás...
Ana:
hablas así porque has crecido en la ciudad, en el campo las cosas son
diferentes, aquí los peones son gente ignorante, a las que se les tiene que
tratar con fuerza y carácter...
Ricardo:
pero es que Bruno abusa y va más allá de ser recio con los trabajadores...
La
mujer interrumpió a su hijo inquiriendo: ¿a dónde quieres llegar con esta
conversación Ricardo?
Ricardo:
a que despidas a Bruno... no me gusta su forma de ser y no lo quiero en la
"Agualuna"...
Con
firmeza, Ana contestó: pues lo siento, pero no te voy a complacer en eso...
Ricardo:
¿por qué no?
Ana:
porque como te dije, Bruno me ha resultado un buen capataz y al no haber nadie
más que esté al frente de la hacienda, yo tengo que mantenerlo en donde está...
sin embargo, si tú aceptaras quedarte definitivamente para hacerte cargo de la
"Agualuna", entonces tú tendrías toda la autoridad para hacer con
Bruno lo que quieras...
Ricardo:
ya sé lo que quieres mamá... ¿quieres obligarme a quedarme para que así yo
pueda correr a Bruno? ¿no crees que eso es igual a un chantaje?
Ana se
acercó y acariciando la mejilla de su hijo, habló: lo único que te estoy
pidiendo es que te hagas cargo de lo que por derecho te corresponde... yo no sé
cuánto tiempo más voy a durar y si tú no tomas las riendas de este lugar,
entonces lo perderás todo... ¿estás dispuesto a perder la Agualuna?
Ricardo se separó de su madre y respondió: a lo que no estoy dispuesto es a perder mi libertad y aquí siento que me asfixio...
Ricardo
no dijo más y salió de la habitación de su madre muy ofuscado.... sintiendo
mucho calor, decidió ir al río para nadar y despejar su mente.
**********
Cuando
llegó al río, Ricardo amarró a su caballo y se acercó al afluente, de pronto
escuchó unos ruidos extraños detrás de unos árboles, por lo que sigilosamente,
se acercó.
Los ojos de Ricardo se abrieron desmesuradamente cuando vio a Bruno completamente desnudo sobre la hierba teniendo relaciones sexuales con una de las sirvientas de la hacienda.
La chica se encontraba boca abajo mientras que Bruno la penetraba violentamente entrando y saliendo de la muchacha que gemía como si la estuvieran desgarrando.
Ricardo
fijó sus ojos en el cuerpo bañado en sudor de Bruno, pero lo que más le llamó
la atención fue la verga del hombre que era de un tamaño muy grande y grueso,
era oscura y venosa... el rubio no pudo evitar comparar el miembro viril del
capataz con el de un caballo semental.
El
ojiverde compadeció a la pobre mujer que recibía la verga del capataz, que no
dejaba de decir obscenidades sin dar tregua a la intimidad de su amante.
Embelesado
por lo que veía, Ricardo comenzó a sudar por la situación y a su mente llegaron
imágenes de sementales follando a yeguas... esa era la escena que veía, un
macho salvaje atravesando con su verga a una hembra que sufría las embestidas
de su macho.
De
pronto, Ricardo piso una rama, por lo que temiendo ser descubierto, se ocultó
rápidamente detrás de unos arbustos.
Los
gemidos de la mujer siguieron escuchándose, por lo que nuevamente Ricardo se
asomó para continuar disfrutando de esa escena pornográfica.
Cuando
se asomó nuevamente, vio que el apasionado encuentro continuaba, pero en ese
momento, Bruno alzó la mirada y lo vio... Ricardo quedó inmóvil sin saber qué
hacer, pero el capataz le guiñó el ojo y siguió enterrando su verga en su
amante.
Con
las mejillas completamente ruborizadas, Ricardo reaccionó y se fue corriendo
del lugar.
Esa noche, mientras Ricardo se bañaba, las imágenes de Bruno llegaban a su mente, sentía cómo el agua se evaporaba en su piel que se calentaba al pensar en la escena.
Ya era de madrugada cuando Ricardo se despertó en su cama, perturbado por los gritos de alguien. El joven abandonó su lecho para investigar qué pasaba.
Saliendo
de su habitación, Ricardo se dirigió al lugar de donde provenían los gritos.
En una
de las caballerizas, era Bruno quien gritaba obscenamente mientras golpeaba con
un fuete a Juancho.
Bruno:
eres un haragán que no sirve para nada, ya me tienes harto...
Soportando
estoicamente los fuetazos, Juancho pedía en voz baja: ya patrón por favor...
dígame qué fue lo que hice mal pa que me pegue así...
Bruno:
voy a enseñarte cuál es tu lugar... no eres más que un pinche peón y yo soy el
capataz ¿entiendes?
Sin
soportar más la violenta escena, Ricardo entró y gritó: ¿qué pasa aquí? Bruno
deja de pegarle a Juancho...
Bruno,
sorprendido por la aparición de Ricardo, dijo: pero señorito usté no sabe lo
que hizo este inútil y...
Ricardo:
te dije que le dejes de pegar, no te permito que lo trates así...
Bruno,
furioso por tener que obedecer, dejó de golpear al muchacho.
El
ojiverde le quitó el fuete al capataz y amenazó: ¿te gustaría que yo te
golpeara con esto? Juancho no es un animal, es un ser humano...
Bruno:
¿un ser humano, este bruto? para mí, no es nada más que un buey...
Ricardo
dejó caer el fuete y le dio una bofetada al capataz al tiempo de decirle: pues
si para ti Juancho es un buey, para mí tú eres una bestia... lárgate de mi
vista ahora mismo...
Apretando
los puños lleno de rabia, Bruno salió de las caballerizas tragándose todo su
coraje.
Ricardo
se acercó rápidamente a Juancho para ayudarlo a levantarse de la paja donde se
encontraba.
Juancho
miró a los ojos a Ricardo y le dijo: es usté un ángel patrón, hasta se parece a
uno de ellos, así con sus cabellos rubios...
Ricardo: no digas esas cosas Juancho, te prometo que ese tipo no volverá a pegarte ni a ti ni a nadie, las cosas van a cambiar en esta hacienda te lo prometo...
**********
Dentro del cuarto que ocupaba Bruno, este se bañaba con agua fría para calmar el ardor en sus venas debido al coraje que el señorito Ricardo le acababa de hacer pasar.
B: el señorito Ricardo será muy dueño de esta Hacienda, pero no sabe cómo se maneja, ni cómo hay qué tratar a los peones... cómo se atrevió a ridiculizarme así frente al inútil del Juancho...
Mientras continuaba con su baño, el capataz pensó en Ricardo evocando sus facciones delicadas, así como su atractivo cuerpo, por lo que con una sonrisa maliciosa pensó: el señorito no tiene lo que hace falta para mantener la "Agualuna", pero yo tengo lo que él necesita... yo voy a domar al señorito Ricardo...
**********
Al día siguiente, Ricardo se encontraba dentro del despacho de la hacienda, sentado en el escritorio, como si se tratara del patrón de la "Agualuna".
Tocaron la puerta del despacho y Bruno, que había sido mandado a llamar, entró.
Secamente,
el capataz dijo: buenos días, señorito...
Con
tono autoritario, Ricardo respondió: pasa, tenemos que hablar...
Bruno
caminó hacia el escritorio y se sentó en una de las sillas.
Ricardo:
¿acaso te di permiso para que te sentaras? solo te dije que pasaras...
Con un semblante molesto, Bruno se puso de pie inmediatamente.
Bruno:
disculpe, señorito, no entendí bien...
Ricardo
habló con un tono autoritario: he tomado una decisión, voy a quedarme para
hacerme cargo de la "Agualuna" y mi primer movimiento para hacerla
crecer es removerte de tus funciones... sé que has trabajado por años aquí,
Bruno, pero a partir de hoy prescindimos de tus servicios...
El recio
capataz no podía creer lo que escuchaba y con voz firme dijo: usté no puede
hacerme eso, yo he mantenido este lugar ante la ausencia de un hombre, no puede
echarme así como así...
Poniéndose
de pie, Ricardo dijo: por supuesto que puedo y ya lo he hecho... tienes una
semana para buscarte un lugar a dónde ir, pero desde hoy ya no eres más el
capataz de la "Agualuna", ahora vete...
Bruno
se acercó al señorito y dijo: todo esto es por lo de anoche ¿verdá?... porque
estaba golpeando al estúpido de Juancho...
Ricardo:
no solo por eso, sino porque me he dado cuenta que eres un abusivo... alguien
que maltrata a la gente y eso yo no lo voy a permitir en mi hacienda...
Bruno:
usté acaba de llegar señorito, y no sabe cómo son las cosas aquí... como
capataz, yo tengo que ser duro con todos... esa es mi chamba y gracias a eso,
la "Agualuna" se ha mantenido próspera... ¿cree que con su carácter
de niño delicado va poder mantener esta hacienda?
Ricardo
respondió: piensa lo que quieras, tú ya no eres más el capataz de la
"Agualuna"... y ¿sabes qué? quizás tienes razón respecto a ser duro
con los trabajadores, pero de ninguna manera voy a permitir que le pegues a
Juancho... eso jamás mientras yo esté aquí...
Bruno:
jajajaja... ahora entiendo, pues ese Juancho sí que es suertudo, no pensé que
llegara tan lejos...
Ricardo:
no entiendo lo que quieres decir...
Bruno:
que el Juancho ha de hacer muy buena su "chamba" y lo tiene tan
satisfecho que usté se molesta si se lo tocan... pero créame yo soy más macho
que Juancho y lo puedo hacer gozar más... el otro día ya vio cómo hago gritar a
mis putas... yo soy todo un semental y hago disfrutar a putas y también a
putos...
Los
ojos verdes de Ricardo sacaron chispas ante la descarada proposición, por lo
que sin soportar más, se acercó a Bruno y le dio una bofetada, aún más fuerte
que la anterior.
Ricardo:
cómo te atreves... eres un criado insolente... cómo puedes ofenderme así...
Bruno,
furioso por la cachetada, se acercó más a Ricardo y tomándolo por la cintura lo
acercó a su cuerpo y le dijo: yo sé lo que a usté le gusta señorito... ya me di
cuenta que es puto y por mi no hay problema, mientras haya un agujero yo le
respondo...
Ricardo:
suéltame desgraciado... me das asco, jamás aceptaría acostarme contigo y tú
nunca tendrás el placer de estar con alguien como yo... vete con tus putas a
revolcarte, cerdo...
Bruno:
yo sé que me desea y se lo voy a demostrar...
Teniendo al señorito sujetado por la cintura, Bruno pegó sus labios a los del ojiverde, quien sorpresivamente sintió cómo la lengua del capataz profanaba su tierna boquita para mezclar sus fluidos en un ardiente y apasionado beso.
Ese
fogoso beso era el cortejo de un semental ansioso por domar a su yegua.
Continuará...
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