2.- Potranca bronca



Dentro del despacho de la hacienda “Agualuna”, el capataz besaba a la fuerza al señorito, quien luchaba por liberarse del fuerte agarre del hombre que profanaba su boca.

 

Era como la pelea entre un semental intentando montar a una yegua que se resiste a aparearse con su macho.

 

Ricardo se sentía humillado al ser sometido de esa manera… el rubio se había besado con otros hombres antes que con Bruno, pero nunca había recibido un beso así, un beso con sabor a tabaco y aguardiente.

 

El capataz disfrutaba de ese momento, pues había besado a muchas mujeres y maricones en su vida, pero Ricardo era un joven elegante con labios tersos y con sabor a miel y rosas.



Cuando las manos del capataz bajaron de la cintura del señorito para tocar sus nalgas, Ricardo sacó fuerzas desde lo más profundo de su ser logrando interrumpir la ardiente caricia y empujó a Bruno, que sonreía cínicamente.

 

El ojiverde agarró un abrecartas del escritorio y amenazó: te vas ahora mismo, no quiero volver a verte y ahora no tienes una semana, agarras tus cosas y te largas de aquí ahora mismo, vete, vete...

 

Sin dejar de sonreír socarronamente, Bruno salió del despacho y Ricardo se sentó en el escritorio respirando agitadamente.

**********

 

 

En su habitación, Ana de Alcázar leía un libro cuando golpes en su puerta interrumpieron su lectura.

 

Se trataba de Bruno, quien entró servilmente y dijo: patrona, necesito hablar con usté…

 

Ana: ¿qué necesitas Bruno?

 

Bruno: patrona, usté sabe que no me gusta dar quejas, pero su hijo acaba de despedirme… quesque no le caigo bien y me corre así nomás… yo vengo con usté porque es la mera patrona de la “Agualuna”…

 

Ana observó al capataz y respondió: te equivocas Bruno, yo ya no soy la patrona de esta hacienda, el patrón ahora es mi hijo… Ricardo es quien se hará cargo de todo porque le corresponde por ser el único heredero…

 

Bruno: eso lo entiendo, pero usté me contrató a mí, patrona… y yo le he sacado la chamba, he trabajado como animal por años y por eso la “Agualuna” está como está…

 

Ana contestó con firmeza: eso lo sé perfectamente Bruno y recuerda que se te ha pagado muy bien por tus servicios… mi hijo es el nuevo patrón y él tomará las decisiones de ahora en adelante… me constó mucho convencerlo de quedarse y no voy a pelear con él negándole la primera decisión que ha tomado…

 

Molesto, Bruno dijo: entonces a usté le vale lo que pase conmigo…



Ana: no me vale, de hecho reconozco tu trabajo, pero si quieres continuar en la “Agualuna”, no es conmigo con quien tienes que hablar… convence a Ricardo de que te merecer el puesto de capataz y entonces no tendrás que irte… y si ya no tienes nada más que decirme, déjame descansar…

 

Apretando con furia, el sombrero que tenía entre las manos, Bruno dijo: pues, gracias por su apoyo “señora”… con su permiso…

 

Antes de salir, Ana detuvo a Bruno: si no logras convencer a mi hijo, no te preocupes, voy a pagarte muy bien tu liquidación, eso es todo lo que yo puedo hacer…

 

Con una sonrisa maliciosa, el capataz respondió: no se preocupe, ya veré yo qué hacer… le aseguro que voy a convencer al “señorito”…

**********

 

 

En esos momentos, Ricardo platicaba con Juancho dentro de una de las caballerizas.

 

Ricardo: te tengo una sorpresa…

 

Sin dejar de acomodar la paja, Juancho preguntó: ¿de qué se trata señorito?

 

Con una sonrisa de oreja a oreja, Ricardo respondió: acabo de despedir a Bruno… él ya no es más el capataz de la “Agualuna”…


Sorprendido, el joven peón suspendió su trabajo y preguntó incrédulo: ¿Qué hizo qué? Pero señorito, su mamá se va amuinar… ella protege mucho a Bruno…

 

Ricardo: mi mamá me autorizó para hacer lo que yo considere necesario en esta hacienda… después de todo yo me voy hacer cargo de todo de ahora en adelante…

 

Sin disimular su alegría, Juancho dijo: eso quiere decir que decidió quedarse señorito…



Ricardo: sí, Juancho, voy a quedarme aquí y de una vez te digo que voy a necesitar de toda tu ayuda… yo no sé nada de lo que se hace aquí y tú sí…

 

Juancho: cuente con ello señorito, pero ¿no estará haciendo mal en correr al Bruno? Después de todo, él es el que le sabe a todo aquí, pos hay que reconocer que ha sabido mantener bien la hacienda…

 

Ricardo: sí, pero no me arrepiento de echarlo… es un abusivo y no lo soporto más… lo que te hizo ayer fue la gota que derramó el vaso, por eso decidí quedarme…

 

Juancho se acercó a Ricardo y le dijo: ¿quiere decir que aceptó quedarse por mí?

 

El ojiverde contestó: me quedo porque es así como debe ser… y ahora ven conmigo, deja lo que estás haciendo…

 

Juancho: ¿a dónde señorito?

 

Ricardo: vamos al río a nadar… como cuando éramos niños…

 

Una hora después, Ricardo nadaba feliz en el río mientras desde la orilla, Juancho lo observaba como quien observa a una imagen religiosa.

 

El peón contemplaba el esbelto cuerpo de Ricardo, así como esa piel blanca y tersa que se humedecía al contacto con el agua fría del río.



Embelesado contemplando la curveada silueta del joven, no se percató cuando este le echó un poco de agua en la cara.

 

Ricardo: ¿por qué no te metes Juancho? ¿no me digas que ya no te gusta nadar? De niños te encantaba hacerlo…

 

Juancho: como dice, eso es cuando éramos chamacos, señorito… ahora usté es el patrón de esta hacienda y no es correcto que yo me bañe con usté…

 

Ricardo: olvídate de lo correcto y lo incorrecto, Juacho, no quiero que me mires como tu patrón, sino como tu amigo… eso es lo que siempre seremos, “amigos”…

 

El rubio salió del río destilando agua por toda su hermosa anatomía, provocando que una cosquilla recorriera la entrepierna de Juancho al ver al señorito cubierto solo con un bañador.



El ojiverde recogió su camisa del suelo y después de ponérsela, se percató que Juancho lo miraba embelesado.

 

Sonriendo, Ricardo dijo: ¿por qué me miras así?

 

Al verse descubierto, Juancho enrojeció como un tomate y evadió la pregunta.

 

Juancho: señorito, ¿usté sabe por qué esta hacienda se llama “Agualuna”?

 

Sorprendido por la pregunta, Ricardo contestó: no lo sé, ¿por qué?

 

Juancho: pos mi apá me contaba que cuando la luna llena se refleja en este río ocurren cosas mágicas…

 

Ricardo: jajajaja… jamás había escuchado eso… recuerdo que de niños no nos dejaban asomarnos al río de noche, será por eso que nunca lo comprobamos…

 

Juancho se acercó a Ricardo y le dijo: pero ahora ya no somos niños, así que podríamos venir una de estas noches de luna llena…

 

Ricardo tomó entre sus delicadas manos, la callosa mano de Juancho y le dijo: es una promesa… vendremos la próxima noche de luna llena a ver qué sucede…

 

El rubio guiñó el ojo a Juancho, que sentía que su corazón iba a salírsele del pecho en cualquier momento.

 

Poco después, ambos jóvenes regresaron a la casa sin darse cuenta que desde una caballeriza los observaban los ojos furiosos de Bruno.



**********

 

 

La noche cayó y mientras Ricardo cenaba con su madre, esta le comentó: ya sé que despediste a Bruno y no voy a pedirte que no lo hagas, pero creo que estás cometiendo un error…

 

Ricardo: ¿Por qué defiendes tanto a ese hombre mamá?

 

Ana: no lo defiendo, simplemente creo que ha hecho un buen trabajo y ahora que tú te quedarás al frente, necesitarás a alguien de su experiencia…

 

Ricardo: Bruno es abusivo y ladino, eso hace que, aunque sea un excelente capataz, yo no lo quiera a mi lado…

 

Ana: está bien, no voy a discutir por eso, pero necesitarás a un capataz en su lugar, ¿ya pensaste en alguien?

 

Ricardo contestó con una sonrisa: sí, he pensado en Juancho para ocupar ese puesto…

 

Ana: ¿Juancho? ¿el hijo de Pedro? Pero ese muchacho es apenas unos años mayor que tú… ese puesto debe ser ocupado por alguien mayor…

 

Ricardo: alguien mayor no necesariamente es la mejor opción mamá… yo creo que Juancho conoce perfectamente esta hacienda, es muy buen trabajador y además confío en él…

 

Ana: bueno, pues que sea como tú quieras… yo solo espero buenos resultados, hijo… la “Agualuna” es tu patrimonio y a ti más que nadie debe interesarle cuidarla…

 

Ricardo acarició la mano de su madre y dijo: no te preocupes mamá, verás que todo estará bien…

**********

 

 

Cuando Ricardo se dirigía a su habitación, se topó con una sirvienta a quien le preguntó: oye, ¿has visto a Bruno?

 

Dudando, la sirvienta respondió: no señorito… desde la mañana no lo he visto, ¿necesita que se lo busque?

 

Ricardo: no, lo único que quería saber es si ya se fue de la hacienda…

 

Sirvienta: ¿irse?

 

Ricardo: sí, a partir de hoy, Bruno ya no es más el capataz de la “Agualuna”… el nuevo capataz es… mañana lo sabrás…

 

El rubio no dijo más y entró a su recámara mientras que la sirvienta corrió a decirle a Bruno lo que le había dicho el señorito.

 

Sirvienta: no quise decirle al señorito que seguías aquí Bruno, pero por lo visto su decisión de echarte no la cambia, así que será mejor que lo hagas…

 

Fumando un puro, Bruno dijo: ¿Y no te dijo quién es el nuevo capataz?

 

Sirvienta: no, pero pues si ya lo tiene elegido, a ti no te queda más que irte…

 

Escupiendo el puro al suelo, Bruno respondió: no te preocupes, chula, esta noche voy hablar con el señorito y te aseguro que lo convenceré para quedarme…

 

Sirvienta: pos yo lo dudo, pero hay tú lo ves…

 

La criada salió del cuarto de Bruno, quien pisó el puro con rabia mientras pensaba: no me van echar como un perro… después de esta noche, el señorito no podrá correrme de aquí… yo me encargo de domar a esa potranca bronca…

**********

 

 

Ricardo salió de bañarse y vio que en el buró de su cuarto había una carta... la abrió y la leyó:

 

"a la medianoche te espero en las caballerizas, te mostraré algo. 

Juancho"

 

Ricardo sonrió mientras pensó: ese Juancho es un loco, ¿qué querrá mostrarme?

 

La medianoche llegó y solo se escuchaba a los perros aullar.

 

Ricardo salió con su ropa de noche y llegó hasta las caballerizas, el lugar estaba oscuro, pues ya todos dormían... entró y vio a los caballos que aún despiertos se mostraban inquietos...

 

Ricardo: Juancho ¿estás aquí? ¿Juancho?

 

Una enorme sombra se apareció detrás de él y cuando Ricardo volteó sus ojos se abrieron enormemente al encontrarse con Bruno... el hombretón tenía la misma sonrisa cínica.



Ricardo: ¿qué haces tu aquí?

 

Bruno: esperaba alguien más, señorito...

 

Las palabras de Bruno sonaron irónicas y Ricardo sin mostrar temor dijo: eres un imbécil…



Bruno tomó por el brazo a Ricardo y le dijo: este imbécil te va enseñar a respetar a los verdaderos machos...

 

Bruno jaló a Ricardo y sin darle tiempo de responder besó en la boca al muchacho, quien nuevamente sintió el aliento alcohólico del hombre, que mientras lo aprisionaba con sus labios, con sus manos grandes comenzaba a recorrer su cuerpo empezando por las nalgas del joven.



 

Ricardo luchaba por soltarse pero la fuerza del capataz era mucho mayor... cuando sentía que le faltaba el aire, Bruno lo soltó y Ricardo aprovechó para abofetearlo.

 

Ricardo: maldito cerdo... déjame ir...

 

Sobándose la mejilla, Bruno dijo: esta es la última cachetada que te permito… hoy sales de aquí, pero con el culo más abierto, te voy a enseñar cómo se doman a las yeguas como tú...

 

Bruno arrojó a Ricardo sobre la paja de la caballeriza y se echó sobre él que no dejaba de forcejear.

 

En su desesperación, Ricardo comenzó a gritar por auxilio, pero sus gritos fueron callados por la enorme mano de Bruno que le dijo: silencio putito, no querrás despertar a todos... hagas lo que hagas hoy te cojo...

 

Bruno sacó un paliacate de su pantalón y amarró la boca del joven para que no pudiera seguir gritando, pero como no dejaba de moverse le dio dos cachetadas a Ricardo que quedó aturdido por los golpes.

 

Bruno: ¿así te gusta putito? que sea salvaje verdá...

 

Aterrorizado, Ricardo sintió que las manos grandes del capataz comenzaron a romper su ropa desvistiéndolo y dejándolo sólo con boxer, sus gritos fueron sordos cuando Bruno comenzó a morder sus tetillas provocándole dolor.

 

El hombretón lamió su abdomen y al llegar a su ropa interior, la bajó riendo al finalmente desnudar a su presa totalmente.

 

Ricardo intentó cubrir sus partes nobles con sus manos, pero el hombre se las quitó observando a su víctima y relamiéndose los labios.

 

Bruno: eres lo mejor que me voy a comer... hoy dijiste que alguien como yo nunca tendría alguien como tú, y tenías razón, las putas y los putos que he follado no se comparan contigo, pero ya ves aquí te tengo convirtiéndote en mi puta...

 

Bruno chupó su dedo de en medio de la mano derecha y luego de abrir las piernas del joven, metió el dedo ensalivado en la cavidad anal del chico, que comenzó a revolverse bajo el hombre que lo violentaba.



Bruno: estás muy cerrado... no creo que seas virgen porque ya tienes casi 20 años... dime ¿cuánto tiene que no follas?

 

El dedo de Bruno entraba y salía del culo de Ricardo que se retorcía en la paja gimiendo: um um um um um

 

Bruno susurrándole al oído: ¿con cuántos has follado? ¿cuántos te la han metido?

 

Los ojos de Ricardo se abrían más por el dolor en su ano... de pronto sintió que el dedo se retiraba de su culo.

 

Bruno: no me importa cuántos te han follado, ninguno con una verga como la mía, porque tu culo estaría más abierto, pero después de hoy vas a quedar bien roto y no vas a poder ni caminar, jajajajaja…

 

Bruno se puso de pie mientras Ricardo seguía sobre la paja… el capataz comenzó a desvestirse; se quitó la camisa mostrando su torso desnudo y velludo.

 

Ricardo vio cómo se quitaba el cinturón para desabrocharse el pantalón vaquero, quedando solo en trusa... también se quitó las botas y el joven rubio vio unos pies grandes y unas piernas gruesas llenas de vellos.

 

La ropa interior ya mostraba una carpa... finalmente, Bruno se quitó la trusa, dejando salir una enorme verga venuda y cabezona que ya estaba erecta, debajo colgaban unos huevos bien grandes.



Los ojos verdes de Ricardo se desorbitaron al ver de cerca a ese animal que lo amenazaba... no pudo evitar pensar en los caballos... era como si Bruno se hubiera camuflajeado con los equinos al convivir tanto con ellos, tenía el órgano sexual semejante a un semental.

 

Bruno: ¿ya habías visto una verga como la mía? verla quizás sí, pero la has tenido adentro, hoy vas a saber lo que se siente tener una como estas dentro del culo, jajajaja...

 

El capataz se agachó hasta el rostro de Ricardo y con su verga comenzó a pegarle en el rostro del joven.

 

Bruno: siéntela, huélela, así huele la verga de un macho, no como la de esos niños de ciudad con los que seguramente te has acostado...

 

Ricardo no pudo más y comenzó a llorar, provocando las carcajadas de Bruno que dijo: pobre niño rico que se asusta con una verga grande, si los putos como tú están hechos para aguantarlas...

 

El capataz abrió con fuerza las piernas del muchacho y se puso en medio de ellas, dirigió su espada de carne hacia la entrada del chico y dijo: tienes un culo de campeonato, tus nalgas están ríquisimas... desde que las vi por primera vez supe que serían mías como todo lo que me gusta...

 

Bruno miró fijamente a los ojos verdes del aterrado muchacho y cuando el glande de su verga rozó el apretado agujero, Ricardo pensó que ya todo estaba perdido.

 

De pronto, unos pasos acercándose alertaron al capataz que dijo: alguien viene…

 

Velozmente, Bruno se puso de pie y levantó al señorito para meterse junto con él hasta el fondo de la caballeriza y esconderse detrás de un semental.

 

Los pasos se acercaron más… se trataba de Melesio, el viejo vigilante que daba su ronda acostumbrada.

 

El corazón de Ricardo latía fuertemente, pues pensaba que esta era su salvación, tenía que gritar para que lo escucharan, pero la tosca mano del capataz sumado al paliacate que tenía en su boca callaban los gritos sordos del señorito.

 

Bruno vio que sobre la paja estaba su ropa y la del señorito, por lo que pensó: pinche Melesio, si entras estoy perdido…

 

Desnudo y sudando, Ricardo intentaba liberarse, pero Bruno que estaba a sus espaldas movió sus caderas y su verga erecta rozó la entrada trasera del señorito al tiempo de susurrarle: ni pienses que te vas a salvar, esta noche tu culo será mío…

 

Melesio llegó hasta la caballeriza y dijo: ¿hay alguien ahí?

 

Ricardo gritaba dentro de su mente: sí, estoy aquí, sálvenme… por favor Dios, ayúdame… no permitas que este salvaje me viole…

 

Pero sus gritos no tenían eco al ser callados por la mano del capataz, quien acercaba aún más su cuerpo desnudo y sudoroso al del tembloroso señorito.

 

Siguiendo a su sexto sentido y creyendo que alguien estaba dentro de la caballeriza, el viejo Melesio agarró una de las puertas para abrirse paso.

 

Los ojos verdes del señorito se abrieron con efusividad al creer que se había salvado mientras que una gota de sudor frío recorrió la espalda desnuda del capataz.

 

El semental estaba por perder la oportunidad de montar a su potranca bronca.



Continuará...

1 comentario:

  1. Hola
    Oye ¿Si sabes que hay otro usuario en la plataforma de Wattpad que está publicando esta historia?

    Conozco tu usuario de esa plataforma pero el que la publica es otro diferente.

    ¿Le diste permiso? ¿O te está plagiando?

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